EL RUPTURISMO DE ACEPTAR A ‘PAPAFRANCISCO’

 

Propuesta de raciocinio sobre el falso Papa para católicos dormidos (II)

“Ellos construían una gran iglesia, extraña y extravagante”

(Ana Catalina Emmerick, Visiones)

Muchos católicos dormidos aducen, en una suerte de agnosia paralizante, que, ante la ingente hojarasca de argumentaciones antagónicas, no estamos capacitados para dilucidar si es legítimo o no Papafrancisco y que debemos aceptarlo pues lo ha establecido la Iglesia.

Parafraseando a Chesterton, habrá que recordar aquello de que “la iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza”. La racionalidad debería ser el principio básico que rija nuestro análisis de la realidad para determinar la veracidad de una hipótesis.

Porque somos apóstoles de la verdad y ese don entraña una exigencia. “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1,41), le dijo Andrés a su hermano Simón. Y este le pidió que le condujera a Nuestro Señor, no le respondió que era imposible saber quién era el auténtico de los muchos que entonces en Israel se autoproclamaban mesías. Y Jesucristo le hizo Pedro.

Es la verdad la que nos alcanza, pero no lo hará si estamos escondidos.

Podemos, primero de todo, constatar una serie de hechos contrastados. Los hechos por sí mismos no son la verdad, aunque sean ciertos o probados, sino que precisan -segundo paso- de una hilación que los signifique y ordene en verdad. Y toda hilación o relato, para ser al menos verosímil, debe seguir criterios de racionalidad.

Tercer paso: cuando en este esfuerzo de hilación o racionalización de los hechos nos tropezamos con elementos básicos que no encajan o que se contradicen, concluyamos que esta interpretación de la realidad resulta antirracional y es necesario ser honesto y desechar la hipótesis de partida. Es decir, debemos reconocer que estábamos errados y, entonces, cuarta fase, nos corresponde rectificar en el permanente esfuerzo de adaptar nuestro pensamiento a la verdad.

Sencillo.

Se trata del juicio de verdad que utilizamos cotidianamente. Los mismos escépticos con el asunto del Papa reinante son los que luego, por poner un ejemplo, se sienten capaces de determinar sin problema qué opción política es válida para gobernar el país a partir de los inputs que les proporcionan los manipuladores medios de comunicación. E insisten en la obligación por responsabilidad social que tiene el católico de votar.

Apliquemos la metodología básica del juicio de verdad al fenómeno Papafrancisco y a las dos antagónicas interpretaciones, la oficialista y la conspiracionista, para dilucidar cuál de ellas es conforme a la razón y a la verdad.

Recordemos que la hipótesis oficialista es que Benedicto XVI presentó pública y preceptiva renuncia y, como consecuencia, se convocó un cónclave en el que los cardenales eligieron a Bergoglio como nuevo Papa.

Por su parte, la tesis conspiracionista denuncia que en realidad Benedicto no abdicó, sino que, ante las presiones de los poderes fácticos y para purificar la Iglesia, hizo una renuncia en falso para retener el solio pontificio subrepticiamente, por lo cual, el cónclave fue inválido y con él lo es Papafrancisco y todo su pus.

La primera hipótesis, al contar con el aval del statu quo vigente, viste más sensata y sólida en contraste con la alternativa, que representa la posición a la contra, cuyo soporte requiere mayor audacia intelectual y, por lo tanto, genera de entrada mayor escepticismo. Porque la explicación más sencilla suele ser la correcta.

Pero cuidado aquí. ¿Cuál es en realidad el relato continuista y cuál el disruptivo?

¿Es rupturista el no oficial porque sus repercusiones serían incalculables? ¿O lo es, simplemente, porque quienes lo sostienen tienen menor autoridad jerárquica? Estos razonamientos constituyen falacias de libro, la primera ad consequentiam, la segunda ad hominem.

Analizando con imparcialidad de juicio, descartando el condicionamiento mental de once años de blanqueamiento de lo estrambótico, nos damos cuenta de que el nudo de la cuestión, la dimisión papal, constituye una enorme rareza histórica, un quiebre colosal del estado de las cosas. Es la gran alteración que todo lo cambia.

Como subrayamos en el anterior capítulo de la serie, hace seiscientos años que no se registra un acontecimiento de esta naturaleza, lo cual coloca la Declaratio de Benedicto XVI, así como los hechos concurrentes previos y las consecuencias, es decir, a la hipótesis en pleno de la abdicación en el terreno del rupturismo por antonomasia.

Se rompió en pedazos la secular línea natural de sucesión. Porque –¿hace falta recordarlo?- la sucesión papal natural es mortis causa, no abdicationis causa, cuyos contados casos se enmarcan en profundas crisis del papado.

Admitir sin más, acríticamente, existiendo además serias y fundadas dudas sobre su legalidad, un acto tan inusual y trascendental, constituye una imprudencia y un desatino jurídico.

La anomalía de los hechos examinados, la excepcionalidad de una dimisión papal y todo cuanto rodea al extraño fenómeno Papafrancisco, hacen que se invierta la condición de las hipótesis y sea el relato oficial el que cabalga a los cuestionables lomos de la excentricidad y, por lo tanto, de la sospecha.

Y máxime cuando estamos asistiendo al desarrollo de una Iglesia institucional rupturista que declara, además, obedecer a un nuevo paradigma distinto al que ha guiado a la Iglesia durante dos mil años (https://religion.elconfidencialdigital.com/opinion/jose-francisco-serrano-oceja/Nuevo-paradigma-nueva-Iglesia/20180221195013023559.html ).

La tesis oficialista se apoya en unos hechos y un relato disruptivos, excesivamente peculiares e inusuales, impropios de la Iglesia; la tesis alternativa, en cambio, se asienta en una interpretación continuista de la realidad. La temeridad está en la parte oficialista, la racionalidad en la intencionalmente tildada de conspiranoica.

El sentido común, el desarrollo armónico, la propuesta sencilla, no están con Papafrancisco.

Enfoquemos entonces sin prejuicios, cancelaciones ni inercias mentales los hechos que resalta la hipótesis contraria, la continuista, marginada y desacreditada por el oficialismo vigente.

El personaje central es Benedicto XVI. Él, por encima de Bergoglio, es sin duda el protagonista. Alrededor de él gira toda la trama. Tenemos entonces que fijar nuestra atención en sus actos como referentes y preguntarnos qué hizo realmente Benedicto, o qué debería haber hecho, tras la renuncia/no renuncia en cuestión.

Nos dice la historia de la Iglesia que los papas que abdicaron regresaron automáticamente a su anterior posición, ya fuese esta la de obispo o religioso, o bien desaparecieron de la escena pública hasta perderse del todo su rastro para no cuestionar ni siquiera indirectamente la autoridad del nuevo Papa. Es lo lógico.

Y Benedicto XVI fue una persona caracterizada, precisamente, por su teutónica racionalidad y su profundo conocimiento de la Iglesia, su historia y su gobierno.

Pues bien, tras la famosa Declaratio hizo lo siguiente: mantuvo el nombre de Papa y lo acompañó en las rúbricas con las siglas del Papa reinante (P.P.); conservó el tratamiento de Su Santidad; no eliminó los elementos pontificales de su escudo, siguió impartiendo la bendición apostólica y no salió del Vaticano.

Además, redactó e hizo públicos varios documentos para abordar cuestiones polémicas de actualidad y ofrecer una guía segura a los fieles, como hizo a propósito de las causas de la pederastia en la Iglesia, el 11 de abril de 2019 (https://www.libertaddigital.com/cultura/2019-04-12/el-papa-emerito-benedicto-xvi-publica-un-duro-documento-asumiendo-los-casos-de-abusos-sexuales-y-pederastia-en-la-iglesi-1276636563/ ), disintiendo de lo manifestado al respecto por Papafrancisco.

Por cierto que, hasta tal punto chirrió esta acción, que el bergoglianismo reaccionó en bloque por el cuestionamiento que suponía de la autoridad del “Papa” (aquí un significativo artículo: https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Benedicto-XVI-iglesia-sexuales-documento_7_2111858815.html ), con reproches incluidos de altas jerarquías eclesiales.

También se interpretó como una intolerable intromisión en el “pontificado” de Papafrancisco el libro escrito a cuatro manos con el cardenal Sarah, “De lo hondo de nuestros corazones”, publicado en febrero de 2020, en clara defensa del celibato sacerdotal, puesto en duda durante el Sínodo de la Amazonía (https://brujulacotidiana.com/es/en-silencio-pero-sin-callar-benedicto-xvi-desafia-a-la-nueva-iglesia ).

Es decir, que Benedicto XVI, tras la supuesta renuncia, levantó la voz magisterial en reiteradas ocasiones para oponerse o puentear a Papafrancisco. Un proceder, en definitiva, que puede calificarse de antagónico al que debería haber adoptado alguien que ya no es Papa.

Debemos considerar, además, el estricto cumplimiento de las normas que llevó a sus más nimios detalles formales Benedicto XVI durante su pontificado oficial. Ejemplo muy significativo de ello fue la recuperación de elementos tradicionales del vestuario específicos del Sumo Pontífice, a pesar de la avalancha de reprensiones de “anacronismo” que le costaron, como los famosos mocasines rojos o el camauro (https://www.revistavanityfair.es/lujo/articulos/papa-francisco-estilo-moda-influencer-athleisure/24787 ).

Así que nunca puede ser anecdótico que siguiera vistiendo de blanco, a pesar de la confusión que pudiera generar, y que argumentara que no tenía una vestidura talar de otro color en el armario, evidente carga de profundidad que insólitamente se tragó el mainstream (https://www.elmundo.es/internacional/2014/02/26/530dbd5f22601d6b168b456c.html ).

En definitiva, si Benedicto fue un ejemplo de estricta y rigurosa sumisión a las leyes y al orden, y no dejó de comportarse como Papa, ni de adoptar gestos como tal tras la Declaratio, la conclusión lógica es muy sencilla, aunque pasme: no dimitió. Ante la presión y el inevitable asalto de los poderes fácticos al trono de Pedro, se enrocó manteniendo la condición de Papa aun sin ejercer el poder.

De ahí la genial maniobra de crear ex novo el título de Papa Emérito.

Genial porque el hecho de que sus enemigos aceptaran este título, que no existe ni ha existido nunca en las leyes de la Iglesia, como tampoco ninguna relación de facultades o competencias ligadas, contribuyó no poco a que el oficialismo se situara en esa posición de permanente ruptura, impropia de la verdadera Iglesia.

Señalemos al respecto que, según el entonces responsable de prensa de la Santa Sede, fue el propio Benedicto –sí, el “ultraconservador” Ratzinger, el redactor del Código de Derecho Canónico de 1983- quien se adjudicó esa figura insólita de Papa Emérito (https://www.lavoz.com.ar/noticias/mundo/benedicto-xvi-tendra-titulo-papa-emerito/ ).

De esta manera, lo que no tiene explicación para la versión oficial de que Benedicto abdicó como Papa, es decir, la hilación de hechos contrastados que hemos referido, sí la tiene para la teoría de la falsa renuncia, puesto que el título inventado hizo que, como decimos, mantuviera incluso institucionalmente la condición de Papa. Esta argumentación concilia al fin hipótesis y hechos.

Y no hay que perder de vista el principio fundamental que todo el mundo sabe: solo puede haber un Papa. Así que, de manera sutil pero al mismo tiempo estentórea, cada vez que la Santa Sede difundía las imágenes de Papafrancisco visitando con bombones al abuelito jubilado Benedicto por Navidad, lejos de conseguir reforzar la posición de Bergoglio, estas estaban gritando desde su monstruosidad quién de los dos hombres vestidos de blanco que se abrazaban era el verdadero Papa.

Por ello, no dejaron de repetirse las voces airadas de los bergoglianos exigiendo la acotación de funciones de eso denominado “papado emérito”: https://infovaticana.com/2017/05/21/los-palmeros-francisco-i-creen-benedicto-xvi-abandonar-roma-callar-siempre/ ; https://www.lavanguardia.com/vida/20200114/472886653141/papa-benedicto-xvi-papa-francisco-debate-vaticano-celibato.html ; https://www.feadulta.com/es/noticias-de-alcance/3914-el-papa-emerito-baja-del-monte-y-renuncia-a-la-renuncia.html . https://comovaradealmendro.es/2017/05/23/alguien-se-esta-poniendo-nervios-ratzinger-fumone-burke-campo-fiori/ . Hasta tal punto se hacía evidente el socavamiento de la legitimidad de Papafrancisco que el propio Bergoglio propuso cambiar la denominación de “Papa Emérito” por la de “obispo de Roma emérito” (https://www.abc.es/sociedad/papa-abre-puerta-legislar-sobre-estatus-papa-20220717152716-nt.html ; https://alfayomega.es/obispo-emerito-de-roma/  )

Pero, ¿es suficiente este elenco de datos objetivos y su relato hilado para probar la hipótesis de que Papafrancisco es un antipapa?

Quizá no por sí solos, pero recordemos que vienen asociados a una Declaratio –¿por qué no Renuntiatio para un documento de semejante calibre?- cuya invalidez jurídica va quedando cada vez más al descubierto cuanto más tiempo pasa. Para este aspecto clave remito al lector a autores especializados, desde Socci a Cionci, pasando por los profesores Patruno, Sánchez Sáez o Acosta, los religiosos Minutella o Bugnolo, y más recientemente Fernando Cornet. La lista es extensa.

En todo caso, la relación de hechos aquí presentada desmantelan el blindaje de un oficialismo que avanza por la abusiva senda de los hechos consumados pero que se ve obligada, a medida que transcurre el tiempo, a buscar argumentos que lo apuntalen ante la creciente certeza de una ilegalidad que acabará despeñando a la aberración Papafrancisco a su nulidad.

Si Dios quiere, en próximos capítulos, iremos desgranando más realidades que puedan despertar a tanto católico dormido.

Alex Holgado

 

 

 

Acceso a los Capítulos Anteriores:

  • Capítulo 1:

LA ABERRACIÓN LLAMADA ‘PAPAFRANCISCO’

 

  • Capítulo 2:

EL RUPTURISMO DE ACEPTAR A ‘PAPAFRANCISCO’.

 

  • Capítulo 3:

LA TRAMPA ‘PAPAFRANCISCO’ EN SU LENGUAJE.

 

  • Capítulo 4:

LA TRAMPA ‘PAPAFRANCISCO’ EN SU LEGUAJE (2)

 

  • Capítulo 5:

LA TRAMPA ‘PAPAFRANCISCO’ EN SU LEGUAJE (3)

 

  • Capítulo 6

LA TRAMPA ‘PAPAFRANCISCO’ EN SU LENGUAJE (4) – EL GRAN DEMAGOGO ‘PAPAFRANCISCO’

 Y SUS RECURSOS NECIOS.


  • Capítulo 7
PAPAFRANCISCO Y LA TRAMPA PSICOLÓGICA DEL DOBLE VÍNCULO.

 

  •  Capítulo 8

ABORTO Y PAPAFRANCISCO: CRONOLOGÍA DE UN IGNOMINIOSO BLANQUEAMIENTO.

 

 

 

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