Heroínas de los Sitios de Zaragoza: Dos catalanas en la defensa de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia, la Condesa de Bureta y Agustina de Aragón

 


Dos mujeres nacidas en Cataluña, de distinta clase social, pero ambas heroínas de los sitios. Una, María de la Consolación Azlor y Villavicencio nació en Gerona; la otra, Agustina Zaragoza Doménech lo hizo en Barcelona. María, además de contribuir con sus medios a la alimentación de los defensores, entró en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, incendiado durante un bombardeo, para rescatar a los heridos que estaban en él y durante los días siguientes, al atacar los franceses las inmediaciones de su casa, espero el ataque del enemigo a pie firme detrás de un cañón. Agustina, viendo a los servidores de un cañón muertos o heridos, incapaces de seguir disparando, y advirtiendo que los franceses avanzaban, tomó un botafuego y descargó el cañón contra el enemigo, su acción frenó el avance y dio tiempo a la llegada de refuerzos, con cuyo apoyo el ataque fue rechazado.

Durante la Guerra de la Independencia, la ciudad de Zaragoza sufrió dos cercos del ejército francés. En ambos sitios, la ciudad ofreció una resistencia heroica, soportó los ataques franceses hasta su capitulación al final del segundo sitio, el 23 de febrero de 1809. La peste y el hambre obligaron a los defensores a capitular. Habían resistido, y vencido, el primer cerco durante 71 días de lucha encarnizada; en el segundo, en pleno invierno, resistieron otros 65 días antes de solicitar la capitulación.

En una ciudad donde tantas mujeres heroicas anónimas, o poco conocidas como: Casta Álvarez, Manuela Sancho, María Lostal, Juliana Larena, María Agustín, Madre Rafols, María Artigas y otras, contribuyeron a la defensa y fueron capaces de acabar con los famosos jinetes polacos que se internaron en la ciudad durante el primer asalto francés y que fueron atacados, y vencidos, por un grupo de mujeres armadas de piedras, palos y cuchillos en la plaza del Portillo. Morir en las brechas según palabras de un comandante francés:” … jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha…”, o defender a cañonazos el ataque al convento de San José.

Elegimos contar la historia de dos de las más famosas como homenajes a todas las demás: María de la Consolación Azlor y Villavicencio (Condesa de Bureta) y Agustina Zaragoza Doménech (Agustina de Aragón).

María de la Consolación de Azlor y Villavicencio nació en Gerona en 1775, sus padres: Manuel de Azlor, teniente general y gobernador de la villa, y Petronila Villavicencio. Poco tiempo más tarde, el teniente general fue nombrado Virrey de Navarra y María paso su niñez en Pamplona hasta la muerte de su padre en 1787. A raíz de ello, la familia se trasladó a Zaragoza, ciudad de donde procedía la familia Azlor.

Siete año más tarde María se casó, a los diecinueve años, con Juan Crisóstomo López de Heredia, barón de Salillas y conde de Bureta. El matrimonio tuvo dos hijos. El conde falleció de muerte natural en 1805, dejando a la joven viuda con dos hijos de corta edad.

Tres años más tarde, en octubre de 1808, en el intervalo entre los dos sitios, María volvió a casarse con Pedro María Ric y Monserrat, barón de Valdeolivos, rector de la Universidad de Huesca y Regente de la Audiencia de Aragón.

La Condesa mantuvo unas excelentes relaciones con el defensor de Zaragoza, el general José Rebolledo de Palafox, ambos era primos suyo.

Agustina Zaragoza Doménech nació en Barcelona en 1786, fue la tercera hija del matrimonio formado por Pedro Zaragoza Labastida y Raimunda Doménech Gasull, ambos oriundos de Fulleda (Lérida), fue bautizada en la parroquia de Santa María del Mar. Pasó su infancia en el pueblo de sus padres, Fulleda.

En 1803, con 17 años, se casó con otro catalán nacido en Massanet de Cabrells (Gerona), Joan Roca Vilaseca, cabo del Primer Regimiento del Real Cuerpo de Artillería de guarnición en Barcelona. El matrimonio tuvo un hijo que murió siendo un niño.

Al poco tiempo de casados, Joan es destinado a Mahón en la isla de Menorca, Agustina le sigue a este nuevo destino. El matrimonio vuelve a Barcelona donde se encuentra el 2 de mayo de 1808 cuando los franceses toman el castillo e Montjuic.

Joan es destinado a Zaragoza y Agustina, poco tiempo después, se traslada, sola, a esta ciudad, presenciando durante su camino la primera escaramuza contra los franceses en Esparraguera.

Al comienzo del primer sitio, 15 de junio de 1808, nuestras dos heroínas se encuentran en Zaragoza.

Aunque las dos lucharon y resistieron los dos cercos, los hechos que las llevó a la fama los hicieron durante el primer sitio.

Por orden cronológico, el día 2 de julio, Agustina colaboraba ayudando y alentando a los artilleros de la Batería del Portillo en la defensa ante un ataque francés, refrescaba a los hombres proporcionándoles víveres y agua y, en algún caso, colaboraba en el suministro de municiones.

La virulencia del ataque empezó a producir bajas en la Batería, llegado un momento, las piezas estaban rodeadas por los sirvientes caídos, unos muertos, otros gravemente heridos o agotados por el combate. La Batería no se inutilizaba por falta de servidores y estaba expuesta a ser rebasada por el enemigo, dejando libre el acceso a la ciudad. En ese momento, Agustina, viendo que la columna de ataque se acercaba, tomó un botafuego del suelo y pasando entre los restos de los sirvientes, lo aplico al oído de una pieza dando fuego a la misma. El cañón estaba cargado con botes de metralla cuyo impacto frenó, momentáneamente, la columna enemiga, situación que fue aprovechado por los agotados servidores supervivientes para rehacerse y ayudarla a sostener el fuego hasta la llegada de refuerzos de otras baterías, obligando a retirarse la columna atacante.

Hasta el final del asedio, Agustina siguió ayudando en la defensa. Una vez acabado, el general Palafox concedió a Agustina la graduación y el sueldo de sargento de Artillería, posteriormente fue ascendida al rango de subteniente. La narración de su heroicidad en palabras del mismo Palafox es como sigue: “Viendo en medio que estaba haciendo fuego, con un cañón de a 24, se lanzó al cañón, arrancó de la mano del muerto la mecha y siguió con la mayor intrepidez dando fuego a la pieza todo el tiempo que duró el ataque, a la voz ¡Viva España, Viva mi Rey Fernando! Que no dejaba de proferir”.

Tiempo después, nuestra siguiente heroína, María de la Consolación Azlor, llevo a cabo sus hechos más destacados en la defensa. En la madrugada del día 2 de agosto, el bombardeo francés alcanzó el Santo Hospital de Nuestra Señora de Gracia, produciendo un grave incendio en el hospital que estaba lleno a rebosar de heridos. María, junto a otros valientes, se lanzó al interior de este para rescatar al máximo posible de personas internadas.

Al día siguiente, una columna francesa consiguió entrar en la ciudad, al verlo, la condesa de Bureta se enfrentó a los que huían del combate, avergonzándolos y animándolos a volver a la lid. Entonces, alguien le comunicó que otra columna francesa estaba cerca de su casa, María, abandonado lo que estaba haciendo al ver que su arenga había servido y los zaragozanos volvían al combate.

Corrió a su palacio y se parapetó detrás de un cañón, empuñando un fusil y aguantando a pie firme el ataque enemigo. Su gesta es narrada de la siguiente forma por el secretario de la Embajada Británica en España:” Vióse con frecuencia a aquella joven ilustre, tan bella y delicada, desempeñar con la mayor sangre fría, en medio de un fuego de fusilería y aun de artillería de los más terribles, los deberes que se había impuesto, y desde los primeros pasos que dio por aquel camino, no dejó ver en su semblante la más ligera emoción que pudiera indicar el temor de un peligro personal o que la distrajese ni por un momento de sus humanitarios y patrióticos proyectos”.

Durante los dos sitios, la condesa siguió ayudando en la defensa de la ciudad: proporcionando raciones de comida a la tropa mientras hubo disponibilidad de ella; y organizando un grupo de mujeres para auxiliar y socorrer a los heridos y para llevar víveres y bebidas a los combatientes de los puestos de más peligro.

Ambas fueron inmortalizadas en sus actos heroicos, Agustina fue inmortalizada por Goya en uno de los grabados de la serie Los Desastres de la Guerra titulado ¡Que valor! en el que aparece Agustina junto al cañón en el momento del disparo; María de la Consolación aparece también inmortalizada en las Láminas de los Sitios de Zaragoza donde aparece firme con un fusil en la mano en una barricada.

Capitulada la ciudad después de soportar dos sitios, cada una de nuestras heroínas siguió su camino. Agustina quedó prisionera de los franceses, liberada en un canje de prisioneros, continuó ayudando a los ejércitos españoles, volvió a casarse y tuvo una hija y falleció en Ceuta en 1857, a los 71 años. Su cuerpo fue trasladado a Zaragoza y sepultado, inicialmente, en la Basílica del Pilar para ser, posteriormente, trasladado a la capilla de la Anunciación de la iglesia de Nuestra Señora del Portillo donde continúa.

A María de la Consolación, los vencedores le permitieron abandonar la ciudad junto con su familia, se trasladaron a Cádiz hasta la finalización de la guerra, volviendo más tarde a Zaragoza. Murió en Zaragoza, en 1814, de resultas de una infección contraída después del parto de su último hijo, paro difícil de un niño muerto. Está enterrada en la iglesia de San Felipe de la ciudad que tanto ayudó a defender.

 

Joaquín de la Santa Cinta, Autor de «50 héroes españoles olvidados»

Para saber más:

  • Diccionario Biográfico. Real Academia de la Historia.
  • La condesa de Bureta y Los Sitios. com/condesa-bureta
  • María Consolación Domitila Azlor y Villavicencio, La Condesa de Bureta. La Academia de Caballería y sus directores. Contando historias antiguas… de militares.
  • Los Sitios de Zaragoza. Diario de Casamayor. Instituto Bibliográfico de Aragón.
  • Historia y literatura de Agustina de Aragón. Ana María Freire López. Biblioteca virtual Cervantes.
  • Internet

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