Más Allá de la Bipolaridad: Deconstruyendo el Teatro Ideológico de la Tecnocracia Globalista (I)

 

Parte 1: La Arquitectura Histórica del Engaño
Introducción
La visión de la sociedad humana como colmena tiene raíces profundas en el pensamiento eugenésico de principios del siglo XX. Maurice Maeterlinck, dramaturgo belga ganador del Premio Nobel en 1911, publicó obras influyentes sobre sociedades de insectos: "La Vida de la Abeja" (1901) y "La Vida de las Termitas" (1926). Maeterlinck presentaba explícitamente estas colonias de insectos, con sus castas rígidas, sacrificio del individuo por la colmena y subordinación total a la reina, como modelos para una futura organización social humana. En "La Vida de las Termitas", escribió que "nuestros utopistas van a buscar, en los límites donde la imaginación se descompone, modelos de sociedades futuras, cuando tenemos ante nuestros ojos sociedades que son probablemente tan fantásticas, tan inverosímiles, y quién sabe, tan proféticas." Esta visión del termitero como sociedad perfecta, con su "comunismo del esófago y las entrañas" y confinamiento subterráneo en prisión sellada desde dentro, fue adoptada entusiastamente por tecnócratas y eugenistas.
Julian Huxley, primer director general de la UNESCO y eugenista declarado que creía en gestionar la evolución humana mediante selección y control poblacional, compartía este paradigma intelectual. Aunque Thomas Henry Huxley, su abuelo, ya había considerado jerarquías naturales, fue Maeterlinck quien aportó el modelo social del insecto que influenció a toda una generación de ingenieros sociales: la idea de que la humanidad podría, y debía, organizarse como un termitero, con castas definidas desde su nacimiento, función determinada genéticamente y el individuo completamente absorbido por el organismo social. Este modelo permanece notablemente vivo en las fantasías tecnocráticas contemporáneas sobre ciudades inteligentes, crédito social y gestión algorítmica de poblaciones. También vemos la inspiración de Aldous Huxley cuando escribió "Un Mundo Feliz" y su sociedad estratificada y jerárquica de Alfa a Epsilon minus.
Nos han enseñado a ver el mundo a través de oposiciones bipolares: Izquierda contra Derecha, Democracia contra Tiranía, Fascismo contra Comunismo, Nazismo contra Sionismo. Estas divisiones parecen naturales, inevitables y genuinas. Elegimos bandos, defendemos posiciones y libramos batallas interminables dentro de este marco, con la certeza de que nuestra oposición hacia uno demuestra la virtud del otro: el nuestro. Este pensamiento bipolar, donde cada bando reclama el monopolio de la verdad mientras demoniza al otro como personificación de la maldad, es la enfermedad mental que alienta la manipulación de masas.
¿Pero qué pasa si el marco mismo es el engaño? ¿Y si las opciones bipolares por las que luchamos están diseñadas para ocultar la estructura real del poder? ¿Y si los supuestos enemigos tienen más en común entre sí que con las poblaciones a las que dicen servir? ¿Somos hormigas, somos termitas? O todo lo contrario...
A nivel geopolítico, este engaño opera mediante la falsa dicotomía entre orden unipolar y multipolar. El orden unipolar, dominado por Estados Unidos y la "comunidad occidental neoliberal y capitalista" que desde el colapso soviético, se postula como defensor de la democracia y de los derechos humanos pero se ha convertido de facto en un liberalismo autocrático. El orden multipolar emergente, encabezado por los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y sus múltiples socios en expansión), se presenta como alternativa a la hegemonía occidental. Pero ambos sistemas, pese a su supuesta oposición, sirven el mismo objetivo fundamental: la concentración de poder mediante grandes estructuras estatales que controlan al individuo en nombre de objetivos colectivos, eminentemente tecnocráticos y globalistas, con una componente Darwiniana, dado que ambas facciones pugnan por triunfar. A ese nivel el enfrentamiento es genuino y feroz.
Lo revelador es que los líderes de estos supuestos bloques opuestos emergen a menudo de las mismas instituciones globalistas. Entre ellos, la plana mayor del liderazgo angloamericano y de la UE, Vladimir Putin fue Young Global Leader del Foro Económico Mundial. Xi Jinping recibió educación occidental y mantiene vínculos con élites financieras globales. Los arquitectos del "multipolarismo" fueron formados por las mismas redes que construyeron el "unipolarismo". El teatro es diferente, pero es la misma dirección. Los líderes de los BRICS poseen vínculos con redes financieras globales, el Banco Mundial, el FMI y otras instituciones de gobernanza global que supuestamente rechazan. El multipolarismo no niega el globalismo: simplemente redistribuye quién se sienta a la mesa del banquete.
Quien escribe esto vivió la Guerra Fría en la trinchera intelectual del bloque Atlántico, creyó la narrativa Angloamericana durante décadas y defendió, en minoría, el papel clave de la URSS en la victoria del nazismo, al cual si demonicé. Acepté la versión oficial del Holocausto sin fisuras y fuí cien por cien pro-israelí hasta que la evidencia empírica acumulada y la experiencia directa en diversos ámbitos geopolíticos y sociológicos me resultaron imposibles de ignorar.
La primera Intifada (1988) me encontró en Egipto, donde presencié la emoción genuina del pueblo Cairota ante la resistencia palestina callejera, piedras contra balas. Esa Intifada condujo a la Conferencia de Madrid de 1991, tan llena de esperanza. He conocido el islamismo moderado, un mundo árabe sofisticado, culto y tolerante tras trabajar en media docena de países árabes.
Lo que desembarca ilegalmente en las playas europeas es una perversión salafista fanática y yihadista de la Umma que busca la conquista del viejo continente, tierra cristiana a arrebatar, y no representa el mundo árabe. No idealizo nada porque también conocí a los Hermanos Musulmanes en El Cairo.
Este cambio personal no fue conversión ideológica sino reconocimiento forzado: la historia la escriben los vencedores, y quienes dirigen el mundo operan lejos de la percepción pública. Cambiar de perspectiva después de décadas no es cómodo. Pero la incomodidad nunca ha sido argumento contra la verdad.
Este ensayo examina la evidencia histórica que desafía muchas narrativas oficiales occidentales cinceladas en tablas de piedra, no mediante especulación o teoría conspirativa, sino a través de hechos documentados, suprimidos o ignorados porque socavan la narrativa predominante. Las conexiones entre facciones enfrentadas, supuestos enemigos mortales, revelan un patrón diferente al enseñado en las escuelas y reforzado por los medios. La pregunta no es qué bando tenía razón, sino si ambos bandos eran reales.
El genocidio actual en Gaza sirve como catalizador a esta reflexión y conduce al pasado para buscar sus orígenes. ¿Cómo se convirtieron las víctimas del Holocausto en verdugos de una limpieza étnica? ¿Cómo se benefician las instituciones financieras a ambos lados de este, y otros, conflictos? ¿Por qué se repiten los mismos patrones en diferentes épocas con diferentes etiquetas ideológicas? Y lo más crucial: ¿cuál es el objetivo final al que nos conducen estos conflictos manufacturados?
Este análisis consta de tres partes. La primera establece el patrón histórico: cómo se concentra el poder independientemente del matiz ideológico, cómo supuestos opuestos sirven funciones idénticas y por qué la única distinción política significativa es la libertad del individuo frente al estado colectivo. La segunda parte examina cómo este patrón opera en el presente mediante el caso de Gaza como microcosmos de un teatro geopolítico más amplio. La tercera parte examina lo que este patrón revela sobre el objetivo final: la transformación sintética de la humanidad misma mediante infraestructura tecnológica desplegada mientras las poblaciones permanecen distraídas por conflictos manufacturados.
Este no es material cómodo. Desafía narrativas que nos proporcionan rumbo, certidumbre moral y pertenencia tribal. Sugiere que mucho de lo que creemos sobre el mundo es deliberadamente ilusorio. Pero la comodidad nunca ha sido la medida de la verdad, y el coste de mantener esta ilusión puede poner en riesgo todo lo que vale preservar de la existencia humana.
Oposición Ilusoria
Vivimos en un marco narrativo cuidadosamente construido que divide al mundo en oposiciones bipolares definidas: Izquierda contra Derecha, Democracia contra Tiranía, Fascismo contra Comunismo, Nazismo contra Sionismo. Estos esquemas bipolares no funcionan como descripciones genuinas de la realidad política, sino como mecanismos de control diseñados para canalizar la energía humana hacia conflictos predeterminados. La población, dividida en bloques confrontacionales, se vuelve manejable mediante la estratagema más antigua del poder: divide y vencerás.
El pensamiento bipolar se caracteriza por su rigidez patológica: cada lado reclama poseer el monopolio de la verdad mientras que el otro encarna la maldad absoluta. No hay matices, no hay espectro, no hay grados. Esta mentalidad facilita la manipulación porque poblaciones que piensan en términos absolutos son fáciles de movilizar contra "enemigos" construidos. Quienes orquestan esta producción teatral simplista se benefician mediante el método clásico problema-reacción-solución, logrando control social, acumulando poder y beneficios mientras las masas permanecen bajo constante presión y estrés social.
A escala geopolítica, la misma bipolaridad patológica opera mediante la supuesta transición de orden unipolar a multipolar. Tras el colapso soviético, Estados Unidos estableció un orden unipolar, una sola superpotencia dictando términos globales bajo el pretexto de "democracia" y "derechos humanos". Este orden justificó invasiones, cambios de régimen y sanciones económicas como misiones civilizadoras. Ahora, el orden multipolar emergente, encabezado por los BRICS y socios en expansión, se presenta como alternativa liberadora a la hegemonía occidental.
Pero acaso esta oposición unipolar-multipolar no es sino otro espejismo bipolar. Ambos sistemas de corte global requieren un estado masivo y centralizado para funcionar. Ambos subordinan libertad individual a objetivos colectivos definidos por élites. Ambos emplean vigilancia, propaganda y violencia estatal para mantener control. La diferencia no es de principio sino de configuración: un solo centro de poder versus varios centros de poder, todo operando bajo la misma lógica de dominio del estado.
Consideremos la suerte extraordinaria que Occidente ha tenido con Vladimir Putin, el constructor de la próspera nueva Rusia, un cauto y pragmático moderado formado en derecho internacional que intentó genuinamente integrarse con Occidente: en 2000 solicitó el ingreso de la Federación Rusa en la OTAN, intentó colaborar en la iniciativa del escudo antimisiles AEGIS, se solidarizó con los EEUU tras el 11 de septiembre y fue garante de un beneficioso y estable suministro energético a sus "socios" europeos durante décadas.
Tras incontables líneas rojas cruzadas como la expansión OTAN hacia sus fronteras, las maniobras militares en el Cáucaso de EEUU, Reino Unido y OTAN en Georgia, el golpe del EuroMaidan en Ucrania, innumerables sanciones económicas contra Rusia, el sabotaje de Nord Stream 1 y 2, el constante suministro de armamento a Kiev, la vergonzosa falsedad de los líderes europeos tras los acuerdos de Normandía y Minsk y la inhumanidad europea negando las atrocidades cometidas por grupos neonazis ucranianos, entrenados por la OTAN y asesores israelíes, contra su propia población rusoparlante, a pesar de todo ello, Putin respondió con una contención notable, incluso criticada en Rusia.
Imaginemos si en lugar de Putin, un nacionalista duro al estilo Zhirinovsky o un general ultra patriótico ocupara el Kremlin. A la tercera línea roja cruzada, tal líder podría haber considerado una escalada militar contra Occidente, con opciones sobre la mesa tales como la amenaza de vaporizar el cuartel general de la OTAN o responder con armas nucleares tácticas.
Que Putin permanezca contenido, buscando soluciones negociadas incluso mientras Occidente y Kiev rechazan toda diplomacia, y la administración Trump juega al despiste, revela no debilidad sino moderación y responsabilidad de estado, sabedor de que el otro camino lleva a un “Vietnam” en Ucrania o a un conflicto nuclear, primero táctico y casi irremediablemente a una escalada y aniquilación mutua.
Occidente y sus mediocres líderes, troquelados, corruptos e incompetentes, confunden paciencia estratégica con impotencia, un error de cálculo que podría resultar catastrófico si alguna vez llega al poder un líder ruso menos pragmático. En otra realidad Rusia ya habría recuperado Odessa, Kiev, la conexión terrestre con Transdnistria y la OTAN /UE/ Blackrock podría decidir que hacer con los antiguos territorios polacos de la “república Banderista de Lviv”, sin acceso al mar Negro.
En la realidad que nos ha tocado vivir, sabemos que una destrucción mutua asegurada no resulta beneficiosa para nadie si el solar patrio resulta aniquilado. Pero el ruido de los sables es suficiente para mantener a toda población amenazada en un estado de temor y tensión permanente.
Este patrón, supuestos antagonistas emergiendo de las mismas redes de la élite, se repite globalmente. Los líderes "multipolares" no son outsiders revolucionarios sino graduados del mismo sistema al que supuestamente desafían. El teatro geopolítico unipolar-multipolar cumple la misma función que el teatro ideológico izquierda-derecha: mantener poblaciones enfocadas en falsos conflictos mientras el poder real se consolida más allá del escrutinio público.
El Holocausto que se nos Permite Recordar
El Holocausto judío sí ocurrió. Los judíos fueron asesinados a escala industrial, en el Frente Oriental, en Polonia, en Ucrania y Rusia Soviética, al igual que el pueblo eslavo. La evidencia es abrumadora y la tragedia innegable. Pero la historia, tal como la escriben los vencedores y la gestionan las estructuras de poder siempre se presenta sesgada. Lo que NO se nos anima a examinar es la complejidad de ese período y sus consecuencias, no porque tal examen disminuya el sufrimiento judío, sino porque revela patrones que socavan la simplicidad moral requerida para maquillar el origen de la actual realidad geopolítica. Murieron más eslavos de hecho, pero la historia ha distorsionado este dato, y otros, a favor de la narrativa de la Shoa judía.
Consideremos un capítulo que aún permanece oculto tras alambradas de espino en pleno corazón de Europa: a lo largo de las orillas del río Rin, en territorios militares acotados por la Bundeswehr, yace el osario de otro holocausto: los cientos de miles de prisioneros de guerra alemanes y civiles que murieron congelados o de hambre, justo ahí, entre 1945 y 1949, siguiendo órdenes directas de Eisenhower. El cálculo, realizado por algunos académicos, es simétricamente sombrío: durante el período inmediato de posguerra, murieron en la Alemania ocupada hasta seis millones de alemanes. El hambre y la inanición fue deliberada, la muerte por congelación fue calculada. Estas no fueron bajas colaterales del combate sino la eliminación sistemática de la población civil y un ejército cautivo y derrotado, bajo un brutal castigo colectivo aliado, millones de civiles inocentes y tropas desmovilizadas que murieron a manos no de la barbarie nazi sino de los vencedores aliados que decían representar la civilización y la democracia.
Este macabro episodio se eliminó de la memoria histórica y cronología de la posguerra. Lo que se enseña en las escuelas y universidades arranca en 1949 con la heroica narrativa anglo americana del puente aéreo de Berlín que "salvó" a los berlineses cuando los aliados dejaron de serlo y los Soviéticos, genuinos conquistadores del nazismo, se convirtieron en enemigos de una larga Guerra Fría que resultó tan próspera para la élite como para su complejo militar industrial. El pueblo alemán permanece en completa negación de este oscuro episodio de su historia, hasta el día de hoy.
Esto no es para crear una equivalencia moral o disminuir el sufrimiento judío, sino para reconocer que la muerte a escala industrial no fue dominio exclusivo de la ideología nazi: fue un recurso de la guerra total, usado sin contemplaciones por todos los bandos cuando resultaba conveniente. El bombardeo incendiario de Dresde, la incineración nuclear de Hiroshima y Nagasaki, y anteriormente la hambruna de Bengala diseñada por las políticas de Churchill o los campos de concentración británicos en la Guerra de los Bóers: no fueron aberraciones puntuales sino ejemplos de cómo el estado moderno libra la guerra total. El Holocausto fue único en su carácter sistemático, burocrático e industrial aplicado a un grupo étnico específico, pero la capacidad para el asesinato en masa era compartida por todas las grandes potencias.
Luego está la operación del Corredor de Trieste, otro capítulo poco conocido donde judíos alemanes, muchos sin intención o deseo de ir a Palestina, fueron conducidos directamente desde los campos de trabajo al puerto italiano de Trieste y cargados en barcos rumbo a Palestina. El proyecto sionista requería cuerpos para la sustitución demográfica, y los sobrevivientes de la Shoah desplazados, traumatizados, desposeídos, con Alemania en ruinas, se convirtieron en el capital humano para una empresa colonial. Su sufrimiento fue instrumentalizado para un proyecto político con el que pocos tenían conexión o interés alguno. La tragedia de la persecución judía europea se transformó en materia prima para la colonización del Oriente Medio.
Las Convergencias Incómodas: Nazismo y Sionismo
Afirmar que nazis y sionistas están históricamente conectados no es teoría conspirativa antisemita: es un hecho documentado que incomoda profundamente tanto a sionistas como a defensores en general de la narrativa del Holocausto. El Acuerdo Haavara de 1933 entre la Alemania nazi y organizaciones sionistas rompió las sanciones judías internacionales contra el régimen nazi. Facilitó la transferencia de capital judío alemán y de personas a Palestina, sirviendo tanto el objetivo nazi de sacar judíos de Alemania como el objetivo sionista de poblar Palestina con judíos europeos.
La existencia del acuerdo revela la convergencia pragmática de movimientos ideológicos aparentemente opuestos cuando sus intereses se alinean. Los nazis querían judíos fuera de Alemania. Los sionistas querían judíos en Palestina. Ambas partes encontraron terreno común en este objetivo compartido, a pesar de su supuesto antagonismo fundamental. Las implicaciones morales son asombrosas: mientras la mayoría del judaísmo y la diáspora mundial organizaba boicots y resistencia al régimen nazi, las organizaciones sionistas negociaban arreglos comerciales con ese mismo régimen.
Las primeras bombas de extracción de agua para los kibutz judíos fueron fabricadas en la Alemania nazi y enviadas a Palestina como parte de este acuerdo. Tras 1933, solo dos partidos legales existieron en Alemania: el NSDAP y el Partido Judío que negoció el Acuerdo Haavara. Esta colaboración continuó hasta 1939, facilitando la transferencia de aproximadamente sesenta mil judíos alemanes y cien millones de Reichsmarks en bienes alemanes a Palestina. El régimen nazi recibió divisas extranjeras y comercio internacional que ayudó a romper el boicot económico. El movimiento sionista recibió colonos y capital para construir su infraestructura colonial.
Además, aproximadamente medio millón de soldados y oficiales alemanes de ascendencia judía parcial, Mischlinge en la terminología racial nazi, fueron protegidos de los campos de trabajo forzado y continuaron sirviendo en la Wehrmacht. Esos campos de trabajos forzados son la clave para explicar cómo la producción de guerra alemana se multiplicó por diez entre 1939 y principios de 1945 a pesar de que los hombres estaban en el frente y las mujeres le recordaron al Führer y a la jefatura de la NSDAP que ellas ya tenian la misión de criar a los futuros soldados del Reich y que NO iban a trabajar a las fábricas de armamento. ¿Qué solución encontró el régimen nazi? Trabajadores forzados extranjeros, no solo judíos sino procedentes de toda la Europa ocupada, que multiplicaron la producción de guerra alemana y luego excavaron las fábricas subterráneas para escapar del implacable bombardeo aliado.
Las similitudes estructurales entre las ideologías nazi y sionista se vuelven más nítidas cuando eliminamos toda pretensión moral: ambas son formas de nacionalismo étnico que definen la pertenencia a través de la sangre, ambas requieren el poder del estado para imponer su visión, ambas justifican la violencia contra "otros" en nombre de la supervivencia colectiva y surgieron del mismo entorno intelectual europeo de categorización racial y mitología nacionalista. Ambas ideologías ven la historia como la lucha entre pueblos definidos por etnicidad o raza. Ambas ven al Estado-nación como expresión de este colectivo étnico. Ambas justifican el desplazamiento, la privación de derechos y, en última instancia, la eliminación de poblaciones consideradas ajenas al cuerpo nacional.
La ironía suprema: judíos israelíes llamando "antisemitas" a los palestinos cuando todos los árabes son semitas. Los judíos originarios del Oriente Medio eran los Sabra (nacidos en la Palestina Otomana entre 1299 y 1923 y en el Mandato Británico desde 1923), los judíos iraquíes, los yemeníes, los mizrahim arabófonos integrados en sociedades árabes durante siglos, los sefardíes que llegaron a la península ibérica tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por los babilonios en 587 a.C. Estos judíos semitas convivieron pacíficamente con árabes y cristianos en Al-Ándalus, Oriente Medio y el Magreb durante más de un milenio, compartieron lenguas, culturas y territorios con poblaciones árabes semitas circundantes.
En cambio, los Asquenazís que vinieron de Alemania y Europa del Este, muchos de ojos azules y rubios, de origen eslavo o conversión jázara del Cáucaso, no eran semitas y nunca habían puesto un pie en Jerusalén antes del proyecto sionista. Estos europeos, en su mayoría nacionalistas ateos que adoptaron el sionismo como ideología política más que religiosa, eran intrusos sin conexión ancestral a esa tierra, mientras acusaban de racismo a los semitas indígenas por resistir su propia desposesión. El absurdo lingüístico coincide con el histórico: colonizadores europeos que importaron la mentalidad nazi proyectando su propio racismo sobre las víctimas de su colonización.
Si alguien se siente ofendido les recomiendo consultar el escándalo de la tiña israelí (1951-1960) que revela la jerarquía racial dentro del propio proyecto sionista. Aproximadamente 100,000 niños judíos mizrahim y sefardíes, recién llegados de países árabes y del norte de África tras hacer la Aliyah, fueron sometidos a dosis masivas de radiación de rayos X, ostensiblemente como tratamiento para la tiña del cuero cabelludo. Las dosis aplicadas eran hasta 35,000 veces superiores a las consideradas seguras, niveles que causaron cánceres, tumores cerebrales, epilepsia, esterilidad y muerte prematura en miles de víctimas. Los niños asquenazís NO fueron sometidos a este "tratamiento". El programa fue supervisado por el Ministerio de Salud israelí en colaboración con el ejército americano, que buscaba datos sobre efectos de radiación en poblaciones humanas. (El ejército EEUU entregó los equipos y pagó cuatro millones de dólares por el proyecto).
Décadas después, los supervivientes organizados en el Comité de Niños de la Tiña obtuvieron una compensación gubernamental mínima, pero la operación reveló cómo el establishment asquenazí trataba a judíos de origen semita o arabeparlante como población de segunda clase, disponible para experimentación médica al estilo de los programas nazis. La ironía es brutal: víctimas del Holocausto replicando experimentos médicos no consensuados sobre poblaciones vulnerables, niños, bajo su control.
La Constante: El Poder del Estado como la Verdadera Ideología
Una vez descartamos la división ideológica sintética de izquierda contra derecha, democracia contra tiranía roja, negra o parda, podemos centrarnos en el elemento fundamental de cualquier sistema que protege, o destruye, la libertad y los derechos individuales: la esencia y función del estado. Esta es la forja indispensable para toda mistificación ideológica. Un estado pequeño, débil y controlado y auditado por individuos libres y responsables nunca podrá pisotear al individuo. Por el contrario, un estado grande que se supone al servicio del Pueblo acaba siendo una entidad distante del control del individuo-ciudadano y acaba por convertirse en un instrumento opresor con independencia del lenguaje ideológico usado para justificar su existencia.
Aquí es donde fascismo y comunismo revelan su identidad esencial: ambos buscan control sobre el individuo mediante un estado omnipresente. Ambos anulan la autonomía individual bajo la impronta de las masas, una dictadura. La retórica difiere, uno habla del Volk, la nación, la raza; el otro habla del proletariado, los trabajadores, el pueblo, pero el mecanismo es idéntico: Derechos, conciencia y elección individual quedan todos subordinados a un objetivo colectivo supremo definido por el estado e impuesto mediante la propaganda y el monopolio estatal de la violencia.
Esto no es abstracción teórica sino realidad histórica observable. Cada atrocidad del siglo XX, el Holocausto, el Holodomor ucraniano, el Gran Salto Adelante chino, los Campos de la Muerte camboyanos, el genocidio armenio o ruandés o antes durante la Conquista del Oeste de los EEUU en el s.XIX, fue llevada a cabo por el estado contra poblaciones bajo su control.
Todo individuo, sin importar cuán odioso o violento resulte, carece de la capacidad para el asesinato a escala industrial. Solo los estados pueden organizar esa maquinaria burocrática, las redes de transporte, los centros de ejecución, todos los sistemas necesarios para el genocidio. La justificación ideológica varía, pero el mecanismo es una constante: poder estatal concentrado y dirigido contra poblaciones consideradas prescindibles o amenazantes. El monopolio de la violencia del Estado.
Mussolini fue socialista antes de crear el fascismo y definió su ideología con precisión: la fusión de las corporaciones con el estado. Esta es la esencia del fascismo: no las trampas estéticas de uniformes y mítines, sino la fusión estructural del poder económico oligarca y el poder político estatal en un aparato único que domina todos los aspectos de la vida. En 1923 Hitler definió el Socialismo como "una ancestral institución Aria y Germánica" pero que a diferencia del Marxismo no era internacionalista en su esencia, sino Nacionalista: "Nuestro socialismo es nacional". ¿Qué es el Nacionalsocialismo? El nombre mismo revela la síntesis: métodos socialistas aplicados a objetivos nacionalistas.
Estos sistemas, a pesar de su supuesto antagonismo ideológico, comparten la misma arquitectura: la concentración de poder en un aparato estatal centralizado que sirve a élites financieras y bancarias convertidos en parte de la infraestructura estatal misma. En la Alemania de Hitler, I.G. Farben, Krupp y Thyssen no estaban separados del estado sino integrados en él, sus objetivos de producción ligados a los planes estatales, su mano de obra proporcionada por prisioneros del estado, sus beneficios garantizados por contratos estatales.
En la Unión Soviética, la eliminación nominal de la propiedad privada significó que burócratas estatales (jerarcas del partido, apparatchik y Nomenklatura) pasaron a desempeñar las funciones de propietarios capitalistas, extrayendo excedentes de trabajadores y asignando recursos según una lógica política en lugar de una lógica de mercado. Los trabajadores permanecían subordinados de todos modos.
Los sistemas comunista y fascista son funcionalmente idénticos en su disposición a sacrificar la vida del individuo por los objetivos colectivos definidos por el estado. Las élites políticas o financieras se sientan a la mesa del banquete en ambos sistemas, controlando el aparato represivo y la producción económica. Las etiquetas ideológicas son un mero señuelo para las masas, diseñadas para crear la ilusión de elección mientras la estructura de dominación permanece inamovible.
Por esto, la preservación de la libertad individual depende absolutamente de restringir el poder estatal. Un estado lo suficientemente poderoso para darte todo lo que quieres es lo suficientemente poderoso para quitarte todo lo que tienes. Un estado lo suficientemente grande como para regular cada aspecto de la vida económica y social inevitablemente se convierte en instrumento de quienes lo controlan, no en protector de quienes viven bajo él.
Toda tiranía nace con la mejor de las intenciones. La promesa de seguridad, prosperidad y justicia mediante el poder estatal es la mentira más antigua en la historia política.
El individuo debe ser la unidad fundamental del paradigma político, no el colectivo, ni la nación, ni la clase, ni la raza. Cuando permitimos que estas categorías tomen precedencia sobre los derechos individuales, abrimos la puerta a todo atropello. El estado que puede encarcelar enemigos del pueblo puede encarcelar a todo aquel que designe como tal. El estado que puede redistribuir riqueza invocando la justicia social puede hacerlo a familiares y camaradas. El estado que modula su discurso para prevenir algún daño puede definir toda disidencia como dañina. El poder no cambia su pelaje por el mero cambio de la retórica que usa para su justificación.
Esta es la lección primordial que tanto la izquierda como la derecha se niegan a aprender, ambos buscan capturar el poder del estado para sus propios propósitos en lugar de limitarlo. El izquierdista que aplaude la intervención estatal para redistribuir riqueza o regular empresas rara vez considera que el mismo poder estatal puede ser usado contra el sindicalismo o la disensión política. El derechista que aplaude el poder estatal para proteger los valores tradicionales y conservadores o luchar contra la inmigración ilegal rara vez considera que esos mismos mecanismos pueden usarse para imponer el progresismo secular o las fronteras abiertas. Ambos lados ansían los resortes de un estado poderoso, pero lo quieren apuntando a sus enemigos en lugar de hacia ellos mismos.
La única protección sostenible para la libertad individual es un estado eunuco, reducido, restringido, responsable y auditable, con una sólida vocación de servicio ante el ciudadano y que no pueda volverse tiránico fácilmente. Esto implica la descentralización radical del poder, mecanismos de control a nivel local, protección de toda disidencia y límites absolutos sobre lo que el estado puede hacer. Significa aceptar que moderando el omnipresente papel del estado hace que la vida individual valga la pena vivir. Asimismo, el ciudadano también debe asumir su parte de responsabilidad y eso debe inculcarse desde la infancia para hacerlo viable. No hay fórmula confortable o conveniente, se requieren firmes valores y visión multigeneracional.
El Continuum Bancario: Financiando Todos los Bandos
El rol de las redes financieras y bancarias en orquestar estos supuestos sistemas opuestos merece escrutinio aparte. El Banco de Pagos Internacionales (Bank of International Settlements, BIS), establecido en 1930 en Suiza, continuó operando durante la Segunda Guerra Mundial, regulando simultáneamente los bancos centrales alemanes y aliados. Esta institución, continúa funcionando hoy integrada con el Banco Central Europeo y la intrincada red de intereses bancarios franco-alemanes que financian y dirigen la Unión Europea, representa la continuidad del poder financiero a través de divisiones ideológicas y conflictos militares.
El BIS sirvió como terreno neutral donde representantes financieros de naciones en guerra se reunían para coordinar política monetaria, liquidar cuentas internacionales y mantener la infraestructura de las finanzas globales incluso mientras millones morían en combate. Esto NO fue conspiración clandestina: fue política abiertamente reconocida, justificada por la supuesta necesidad de mantener estabilidad financiera independientemente de conflictos políticos. Pero las implicaciones son asombrosas: la misma institución que manejaba oro nazi, incluyendo el oro saqueado de territorios ocupados y extraído de las víctimas del Holocausto, servía además a los intereses financieros aliados. La guerra que mató a decenas de millones no interrumpió sus operaciones bancarias.
Esto revela una verdad fundamental sobre el poder: las élites financieras operan en un mundo diferente al de las poblaciones a las que supuestamente sirven. Mientras las naciones estaban en una lucha existencial entre ideologías incompatibles, sus bancos centrales se coordinaban a través de instituciones neutrales en Suiza. Mientras la propaganda le decía a los ciudadanos alemanes que estaban luchando contra la horda judeo-bolchevique, y a los ciudadanos aliados les decía que luchaban contra la barbarie fascista, sus sistemas financieros estaban integrados bajo las mismas instituciones.
Pero volvamos a la Primera Guerra Mundial y el incidente del Lusitania, un transatlántico británico que transportaba civiles americanos pero también municiones para Gran Bretaña. Pese a las advertencias explícitas del Imperio Alemán de que sería considerado un objetivo de guerra, el buque emprendió deliberadamente rumbo a las zonas de caza de los U-boats de la Marina Imperial Alemana. Su hundimiento en mayo de 1915 generó la indignación pública necesaria, pero la verdadera crisis llegó en 1917: la campaña submarina sin restricciones de Alemania había estrangulado las líneas de suministro marítimas hasta tal punto que entre febrero y abril se hundieron más de 500 buques mercantes. Gran Bretaña quedó al borde del colapso, con apenas una semana de municiones para alimentar la picadora de carne del frente franco-belga, Londres consideró seriamente un armisticio con el Imperio Alemán. Fue en este momento crítico cuando la intervención del poderío industrial estadounidense, catalizada por el Lusitania dos años antes y ahora acelerada por el Telegrama Zimmermann, salvó a la Metrópoli de la derrota.
La intervención de la familia Rothschild en asegurar la entrada americana en la Primera Guerra Mundial fue el factor decisivo, pero este salvavidas al gobierno británico vino con un precio: el control sobre Palestina. De ahí la Declaración Balfour de noviembre de 1917, más precisamente la Declaración Balfour-Rothschild, que prometió una patria judía en Palestina a Lord Rothschild como representante de la Federación Sionista. Esto no fue un gesto humanitario sino una transacción geopolítica: apoyo financiero e intervención americana a cambio de territorio imperial británico que Gran Bretaña no poseía legítimamente y que los árabes palestinos nunca consintieron en entregar.
Esta misma familia ya controló el seis por ciento de Palestina durante el período del Mandato Británico, y sus miembros son enterrados en Israel con honores de jefe de estado. Robert Maxwell, el magnate mediático, padre de Ghislaine Maxwell y agente del Mossad, recibió un sepelio similar por servicios prestados. El patrón es claro: las élites financieras operan a través de límites nacionales e ideológicos, moldeando resultados que sirven sus intereses independientemente de qué bandera ondee o qué población sufra.
El Proyecto Europeo: De la Previsión del Tercer Reich a la UE
La continuidad entre la planificación alemana y la integración europea de posguerra es uno de los aspectos más suprimidos de la historia moderna. El Plan Kalergi, formulado en los años 1920 por el Conde Richard von Coudenhove-Kalergi, visualizaba una Europa unificada gestionada por élites, con migración masiva usada para crear una población mezclada más fácilmente gobernada por carecer de identidades nacionales fuertes y cohesión cultural. Mientras las formulaciones específicas de Kalergi eran suyas, la visión más amplia de unificación europea bajo gestión tecnocrática encontró resonancia entre varios centros de poder.
En 1943, algunos miembros del Tercer Reich ya eran conscientes de que Alemania se enfrentaba a una derrota inevitable, funcionarios alemanes mantuvieron conversaciones secretas en Madrid para decidir el futuro de posguerra. Su visión englobaba un mercado económico común europeo. Alemania podría perder la guerra militarmente, pero su visión económica triunfaría. Los documentos de estas reuniones revelan notable presciencia: una unión aduanera, política industrial coordinada, regulaciones agrícolas comunes, eventualmente una moneda común. Esto no fue especulación ociosa sino planificación seria para un orden de posguerra que preservaría la dominación económica alemana incluso después de la derrota militar.
Esta visión se materializó en la Comunidad Económica Europea (CEE) y pasó a la unión política y monetaria (Banco Central Europeo/ Euro) de la Unión Europea (UE), evolucionando de una unión económica a una superestructura burocrática no electa ejemplificada por la Comisión Europea.
Quienes urdieron y planificaron esto no pusieron todos sus huevos en una sola cesta. Una élite lo suficientemente inteligente para operar con visión multigeneracional no permite que surja un orden global sin alternativas controladas. No se conquista un mundo dejando flecos sueltos o permitiendo que emerjan poderes genuinamente independientes fuera del sistema de control.
Aquí es donde el supuesto orden "multipolar" encabezado por los BRICS revela su verdadera naturaleza. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, junto con sus socios en expansión (Irán, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, y muchos más en proceso de adhesión), se presentan como alternativa al orden unipolar occidental. El sistema de pago alternativo al SWIFT, el Nuevo Banco de Desarrollo como alternativa al Banco Mundial y FMI, la desdolarización mediante comercio en monedas nacionales: todo esto se presenta como rebelión contra el hegemón financiero occidental.
La verdad sobre el origen de BRICS es más reveladora de lo que la mayoría recuerda o sabe. El término "BRIC" no fue acuñado por líderes revolucionarios desafiando el imperialismo occidental. Fue creado en 2001 por Jim O'Neill, entonces economista jefe de Goldman Sachs, en un documento titulado "Building Better Global Economic BRICs". No fue un movimiento geopolítico sino un concepto de inversión diseñado para identificar oportunidades en mercados emergentes para clientes de Goldman Sachs. Una de las casas financieras más poderosas del mundo, símbolo mismo del capitalismo de Wall Street, inventó el acrónimo que estos países luego adoptaron como identidad de su supuesta resistencia al orden occidental.
O'Neill gestionó más de $800 mil millones en activos como consejero delegado de Goldman Sachs Asset Management. Su creación del término BRIC fue tan exitosa que Goldman Sachs estableció un fondo de inversión BRICS para capitalizar el concepto. Pero aquí está el detalle que destruye la narrativa entera: Goldman Sachs cerró su fondo BRICS en 2015 debido a su pésimo resultado. En una década, el fondo perdió 14.2% de su valor. O'Neill mismo ahora describe BRICS como un "proyecto fallido" y declaró en 2024 que el grupo "meramente genera retórica y simbolismo" y que "nunca pretendí que se convirtiera en un club político".
El supuesto desafío al orden occidental comenzó como estrategia de inversión de Goldman Sachs y terminó siendo tan poco rentable que la misma institución que lo inventó lo abandonó. Mientras tanto, los líderes de los países BRICS, que adoptaron un acrónimo creado por banqueros de Wall Street para describir oportunidades de inversión, lo presentan como alternativa revolucionaria al capitalismo occidental. La ironía es tan perfecta que casi parece deliberada.
Reitero que los arquitectos del BRICS no son outsiders revolucionarios sino graduados del mismo sistema globalista que supuestamente desafían. Los líderes de los BRICS se reúnen en Davos, participan en instituciones de gobernanza global y operan mediante el mismo sistema de banca central de reserva fraccionaria que caracteriza al orden occidental.
El multipolarismo no rechaza el globalismo: simplemente lo reconfigura. En lugar de un solo centro de poder imperial en Washington dictando la ley, múltiples centros de poder se coordinan mediante instituciones que todos controlan. Ambos órdenes, unipolar y multipolar, requieren estados masivos centralizados que subordinan libertad individual a objetivos colectivos, ambos emplean vigilancia digital y control social de la Agenda 2030, ambos sirven élites financieras que operan más allá de fronteras nacionales.
El orden BRICS no emergió espontáneamente cuando Occidente se volvió demasiado opresivo. Fue cultivado deliberadamente durante décadas, con infraestructura construida, instituciones establecidas y líderes posicionados mucho antes de que la confrontación abierta comenzara. Cuando el dólar necesite ser reemplazado como moneda de reserva global, y las élites financieras saben que esto es inevitable por las políticas monetarias insostenibles, el sistema de los BRICS estará listo para asumir ese rol. No como alternativa al sistema sino como su evolución.
Y el Sistema tiene un agujero de algunos Trillones
El actual sistema económico mundial tiene una deuda de 328 trillones de dólares, de los cuales Estados Unidos posee 38 trillones de deuda, cifras que jamás se van a poder devolver, nunca. El presidente Trump acaricia la posibilidad de crear un nuevo criptodolar y poder devaluar esta deuda gigantesca a cero...un habil ”Begin the Begin”.
Sin embargo, esos 328 trillones representan la deuda "oficial": bonos gubernamentales, deuda corporativa registrada, préstamos bancarios. Es lo que aparece en los libros mayores, lo que los bancos centrales y el FMI están dispuestos a admitir públicamente. Es el sistema que se enseña en las escuelas de economía, el que aparece en los titulares cuando un país entra en crisis.
Pero esta cifra oficial apenas representa la parte visible del iceberg financiero
El Agujero Negro: Un titánico chiringuito financiero global
Ahora miremos donde nadie quiere mirar. ¿Cuál es el monto total del chiringuito financiero global? Derivados, CDS, bonos basura, libros maquillados, contabilidad B y C, paraísos fiscales, blanqueo de dinero, corrupción, narcotráfico, mercado gris de armas, tráfico humano, tráfico de órganos, papel bursátil y otras herramientas financieras de los parqués de Wall Street, Frankfurt, Shanghai, Singapur... ¿De cuántos cuatrillones hablamos? El mercado de derivados globales es el genuino Frankenstein financiero. Las estimaciones conservadoras del Banco de Pagos Internacionales (BIS) hablan de 600 a 700 trillones de dólares. Estimaciones más realistas apuntan hacia 1 a 2 cuatrillones de dólares en valor nominal.
Añadamos el sistema bancario en la sombra (shadow banking): más de 200 trillones operando fuera de cualquier supervisión gubernamental efectiva. Los paraísos fiscales esconden entre 21 y 32 trillones en activos ocultos. Los mercados negros y grises combinados generan flujos masivos anuales: narcotráfico (400-600 mil millones), tráfico humano (150 mil millones), tráfico ilegal de armas (60-100 mil millones), tráfico de órganos (1-2 mil millones). Todo esto debe blanquearse, reciclarse, integrarse en el sistema financiero "legítimo" a través de mecanismos que Wall Street, la City de Londres y los centros financieros asiáticos conocen al dedillo.
La contabilidad fraudulenta corporativa añade trillones en valoraciones infladas y activos fantasma. Los pactos de recompra y la rehipotecación, usar el mismo colateral múltiples veces, añaden otro 50 a 100% al sistema. Estimación total del chiringuito: entre 1.5 y 2.5 cuatrillones de dólares.
En notación científica: 1.5 x 10 a la 15 hasta 2.5 x 10 a la 15 potencia en dólares.
Y para quienes no hablan el idioma de los astrónomos, quizás resulte más fácil de esta forma: 1,500,000,000,000,000 a 2,500,000,000,000,000 de dólares. Un número tan astronómicamente grande que la mente humana no puede procesarlo. Visualizar un cuatrillón es como intentar medir la distancia entre galaxias, el cerebro se rinde ante la inmensidad.
Esa es la suprema ironía, la joya de la corona del engaño: Una de las auténticas claves del dicho “Oculto a plena luz del día.” NO es una conspiración secreta. Los informes del BIS son públicos. Los mercados de derivados operan en torres de cristal en Manhattan, Frankfurt y Singapur. Las cifras se publican, se archivan, se discuten en conferencias financieras.
Pero nadie lo ve y nadie quiere verlo. Porque enfrentarse a esta realidad significaría admitir que los "Masters” del Universo", esos magos financieros de Wall Street y la City de Londres, han conjurado un sistema tan colosalmente fraudulento, tan desconectado de toda realidad económica tangible, que parece magia...negra.
Son magos, en el sentido más literal del término: han convertido la nada en cuatrillones mediante el poder del ritual, el símbolo y la creencia colectiva. Y el mayor truco de todos es que lo hacen delante de nuestras narices, mientras el mundo aplaude su "genio financiero".
Cuando un sistema debe 15 a 25 veces más de lo que produce, el colapso no es una posibilidad, es una certeza matemática.
Nota: Este texto utiliza la nomenclatura anglosajona del sistema financiero internacional: 1 trillón = 10^12 (un millón de millones); 1 cuatrillón = 10^15 (mil trillones).
La élite que planificó esto opera con visión extraordinaria. No dejan al azar qué sistema va a emerger si colapsa el orden unipolar americano. Tienen Plan A (mantener hegemonía occidental), Plan B (transición gestionada a multipolaridad bajo su control), y Plan C (caos controlado que justifica gobernanza global "necesaria"). Todos los escenarios conducen al mismo destino: consolidación de poder mediante estructuras tecnocráticas que operan lejos de toda rendición de cuentas democrática.
El déficit democrático no es accidental sino esencial para un proyecto liberal autocratico. En Europa, las poblaciones nacionales podrían resistir la transferencia de soberanía a Bruselas, objetar políticas que benefician centros financieros y corporaciones multinacionales mientras destruyen industrias locales y comunidades tradicionales. Por lo tanto, el poder debe colocarse más allá de la rendición de cuentas democrática, en manos de comisionados designados en lugar de electos, que no pueden ser destituidos por voto popular y que obedecen principalmente a la red de intereses corporativos y financieros que financian e influencian el proyecto europeo.
La actual presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, ex ministra de defensa alemana con una trayectoria de escándalos de corrupción y casi el colapso de la Bundeswehr bajo su liderazgo, ahora se afana por reconstruir el complejo militar-industrial europeo. Su carrera ilustra la naturaleza de la gobernanza de la UE: la incompetencia en roles nacionales no es cortapisa para ascender en instituciones europeas, donde la competencia no es un criterio de selección. La lealtad al proyecto, las conexiones con las redes correctas y la disposición a servir intereses corporativos y estratégicos americanos importan mucho más que la capacidad o legitimidad democrática.
Mientras tanto, la UE sufre un colapso económico, industrial y demográfico. Industrias intensivas en energía huyeron a regiones con energía más barata cuando la UE sancionó las importaciones de energía rusa al dictado estadounidense, paralizando su propia base industrial para apoyar la resistencia ucraniana a las operaciones militares rusas. El euro crea ventajas asimétricas para exportadores alemanes mientras atrapa a naciones del sur de Europa en crisis de deuda permanente. El desempleo juvenil en España, Grecia e Italia alcanza niveles de depresión mientras el Banco Central Europeo prioriza objetivos de inflación sobre empleo.
Simultáneamente, la migración masiva desde África y Medio Oriente, impulsada en parte por guerras que naciones europeas apoyaron o participaron, como la destrucción de la Libia de Gadafi por la OTAN. La nación más rica y próspera de África que actuaba como dique contra el influjo migratorio ilegal, acabó siendo plataforma de lanzamiento del tráfico humano, tal como el asesinado líder africano había advertido públicamente si deponían su régimen rico en petróleo. El resultado ha sido una transformación de la demografía europea que nunca se sometió al voto democrático.
Las poblaciones más afectadas por esta transformación son los europeos de clase trabajadora cuyos barrios y escuelas han experimentado los cambios más dramáticos, solo para ser acusados de racismo o xenofobia si expresan su malestar. Los barrios o urbanizaciones con vigilancia privada de la élite permanecen en buena medida aislados de las consecuencias mientras su discurso celebra la diversidad y condena el nativismo.
La huida hacia adelante de la EU tras su fiasco energético e industrial ha sido para hundirse más en el conflicto ucraniano, una guerra que la UE y la OTAN no pueden ganar.
Rusia ni siquiera ha movilizado al Ejército Rojo, que está reservado para una agresión directa de la OTAN contra territorio ruso. Los combatientes rusos en Ucrania son voluntarios, veteranos, soldados reenganchados y la antigua resistencia civil de Lugansk y Donetsk, regiones de Ucrania Oriental, de mayoría rusófona que se opusieron al golpe de Maidán en 2014 y buscaron la autonomía de Kiev, ahora integrados en formaciones militares regulares rusas.
Mientras tanto, Ucrania ha movilizado a toda su población masculina adulta, secuestrando hombres de las calles en una leva forzada, mientras sufre cientos de miles de bajas en contraofensivas que han sido un fracaso, con el resultado de que Rusia ha conquistado más de 5.000 km2 en 2025. Fuentes ucranianas han proporcionado la espantosa cifra de un millón setecientos mil muertos tras tres años de conflicto y nueve millones de refugiados, tras perder el 20 por ciento de su territorio que ahora forma parte de la Federación Rusa. Ucrania probablemente nunca se recuperará de esta guerra alentada por Occidente, impulsada por la continuada expansión de la OTAN hacia el Este y las antiguas repúblicas del Pacto de Varsovia o incluso ex-soviéticas.
Quizás sea relevante recordar que Moscú permitió la reunificación de Alemania en 1989 y retiró 100.000 tropas del Ejército Ruso en Alemania (DDR) cambio de una promesa: EE.UU. - OTAN no se expandiría hacia las fronteras rusas, promesa que pronto sería rota. Adicionalmente, tras la disolución del Pacto de Varsovia, la OTAN se quedó sin una misión definida.
Esa misma OTAN es la que ahora alimenta una propaganda constante de victorias ucranianas y colapso ruso, que no refleja la realidad en el campo de batalla. Esta desconexión entre narrativa oficial y observable es posible porque la población ya ha sido condicionada para aceptar la presentación mediática sobre su propia valoración de la evidencia, de sus ojos mentirosos. Cuando toda institución, gobierno, medios, corporaciones, presenta la misma narrativa en el mismo lenguaje, los individuos dudan de sus propias percepciones en lugar de cuestionar el consenso institucional.
Conclusiones de la Primera Parte
Lo que esta primera parte establece es el patrón histórico fundamental: el poder se concentra independientemente del matiz ideológico. Supuestos opuestos sirven funciones idénticas. Las élites financieras operan en todas las divisiones ideológicas y conflictos militares. La única distinción política significativa es libertad del individuo frente al poder del estado pastoreando el colectivo
Los conflictos que presenciamos, las guerras que nos horrorizan, las crisis que nos consumen, son teatro. Son reales en su violencia crueldad y sufrimiento, pero su función primaria es distracción estratégica y consolidación de poder. Mientras las poblaciones permanecen enfocadas en amenazas inmediatas y enemigos designados, la arquitectura real de control se construye sin oposición efectiva.
La segunda parte examinará cómo este patrón opera en el presente mediante el caso de Gaza como microcosmos perfecto del teatro geopolítico más amplio: cómo las víctimas del Holocausto se convirtieron en perpetradores de genocidio, cómo intereses energéticos impulsan la limpieza étnica; cómo la oposición manufacturada (Hamas) sirve los objetivos de sus supuestos enemigos, y cómo todo esto funciona como una aterradora distracción de la agenda real en marcha.
Miguel A. Rozas Pashley

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