Cantabria es una tierra marcada por montañas abruptas, valles y caminos ancestrales que atraviesan lugares donde el tiempo parece haberse detenido. Entre sus rincones menos conocidos se encuentran varias localidades despobladas, espacios donde la memoria permanece atrapada. Descubre lo 6 pueblos abandonados en Cantabria que más te sorprenderán, cada uno con su propia historia y circunstancias.
Porcieda
Aislada entre las laderas de Liébana, Porcieda es una pequeña aldea que lleva décadas sin habitantes, aunque todavía conserva un conjunto fiel a la arquitectura tradicional lebaniega. Sus casas de piedra y madera, pese al abandono, muestran un modo de construcción que apenas ha cambiado.
Entre las ruinas destaca la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, un templo sencillo pero muy querido en la zona, que aún reúne a los vecinos durante la romería estival. Porcieda se encuentra además en un cruce de antiguos caminos jacobeos, senderos que hoy vuelven a recuperarse.
Quintanasolmo
En lo alto del valle de Valderredible, Quintanasolmo se oculta entre un denso robledal. Durante siglos fue un pequeño núcleo agrícola y ganadero donde la economía se sostenía gracias al cereal, las patatas y la cría de ovejas. Sus habitantes estaban profundamente vinculados a los pueblos del entorno.
Los vecinos recorrían a pie los caminos que comunicaban el pueblo con Polientes y otras localidades cercanas. Con el paso del tiempo, la emigración fue vaciando este núcleo, que hoy solo conserva las huellas de un modo de vida austero y comunitario.
Moroso
Situado en una loma solitaria entre montes espesos, Moroso permaneció habitado hasta mediados del siglo XX. Sus últimas familias vivieron en un entorno duro, donde los accesos se realizaban por antiguos caminos que unían el pueblo con Valdeprado, Navamuel o Reocín de los Molinos.
Durante siglos fue un pequeño concejo rural dedicado a la agricultura de montaña, la ganadería y el aprovechamiento forestal, rodeado de pleitos por los pastos y de incursiones de lobos que amenazaban el ganado. Hoy, es un conjunto de ruinas silenciosas entre las que aún se distinguen los restos de sus casas.
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Montabliz
En el municipio de Bárcena de Pie de Concha se encuentra Montabliz, un lugar que hoy aparece envuelto por un extenso bosque. Aunque ya no cuenta con habitantes, su nombre sigue presente gracias a su vinculación con el viaducto de Montabliz, una de las grandes obras de ingeniería de la A-67.
El pueblo llegó a tener estación de ferrocarril, todavía en pie aunque sin servicio. Integrado en la Reserva Nacional del Saja, el entorno actual de Montabliz destaca por su riqueza natural. La aldea, absorbida por el paisaje, es hoy un vestigio silencioso de la vida rural del centro de Cantabria.
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Somaconcha
Somaconcha es un pequeño despoblado del municipio de Pesquera que, a diferencia de otros, conserva algunos edificios en buen estado, entre ellos una ermita que sigue marcando el carácter del lugar.
Aunque ya no tiene habitantes, mantiene cierta actividad gracias a su ubicación junto al inicio del trazado de la calzada romana de los Blendios, uno de los restos históricos mejor conservados de la región. Su entorno está dominado por una vegetación abundante en robles y hayas.
Villanueva
Villanueva es un caso distinto dentro de los despoblados de Cantabria: parte de él desapareció bajo las aguas del embalse del Ebro a mediados del siglo XX. El pueblo original quedó sumergido casi por completo, pero uno de sus elementos más emblemáticos, la torre de la iglesia de San Roque, sigue emergiendo.
Hoy, Villanueva conserva algunos habitantes y un caserío disperso entre la orilla del pantano, la carretera y la línea de ferrocarril. El pueblo actual convive con la memoria del que quedó inundado.
Enrique Briz Farran
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