Plantas invasoras: una amenaza para los ríos


La presencia de plantas invasoras en nuestros campos, tanto en los terrenos de cultivo como en las áreas forestales, constituye una de las mayores amenazas para la biodiversidad que acogen. Por tal motivo, desde las instituciones científicas y los grupos conservacionistas no dejan de alertar sobre la expansión de este fenómeno a escala planetaria. Y uno de los ámbitos donde están produciendo un impacto ambiental más grave es el de los ecosistemas fluviales.  

Una de las plantas exóticas invasoras que causa mayores daños a nuestros ríos es la popular caña común. Clasificada con el nombre científico de Arundo donax, esta especie rizómica de origen asiático ha logrado colonizar los espacios fluviales de medio mundo gracias a su sorprendente capacidad para adaptarse a todo tipo de entornos. Desde el entorno de las balsas y los canales de riego, hasta los cauces urbanos más desnaturalizados y con mayores niveles de contaminación: los cañaverales medran por todas partes. 


De hecho, esta popular especie invasora parece haber hallado una de sus mejores áreas de distribución en la cuenca del Mediterráneo, donde no solo es capaz de superar los largos períodos de sequía y las olas de calor más intensas, sino que los incendios estivales contribuyen a su expansión. Ello se debe a que, mientras el fuego arrasa con la vegetación ribereña autóctona, la caña común no solo logra sobrevivir a las llamas, sino que en el caso de arder es capaz de rebrotar con mayor vigor aún. 

Esa alta capacidad de resistencia se debe a las peculiares características de su rizoma: un auténtico portento de la naturaleza que puede permanecer aletargado durante semanas, incluso meses enteros, a más de medio metro de profundidad. Tras el paso de las llamas, y una vez vuelve a brotar, el tallo crece unos diez centímetros diarios, alzándose de nuevo hasta los seis metros de altura en apenas un par de meses.  

 

Caña común

Debido a esa insólita capacidad de adaptación y supervivencia, aunque la llegada de la caña a la península ibérica no se debió al azar, sino que fue introducida siglos atrás para ser cultivada como material de construcción, actualmente la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la considera como una de las cien especies invasoras más nocivas del planeta. 

Incluida asimismo en el Catálogo Nacional de Especies Exóticas, en España se han puesto en marcha diversos planes de erradicación, no solo por la amenaza que representa para la biodiversidad, sino porque su presencia disminuye la capacidad de desagüe de ríos y canales, lo que provoca graves daños a la agricultura y multiplica los efectos destructivos de las riadas al acumularse y obstruir los puentes.  

Junto a la caña común, otra de las especies exóticas invasoras que provoca más daños en los ecosistemas fluviales es el camalote o jacinto de agua (Eichhornia crassipes), que puede llegar a colonizar no solo los márgenes, sino el cauce entero, sepultando literalmente al rio bajo sus hojas. Uno de los casos más graves se está dando en la cuenca del Guadiana. 

Caña común

Con ochocientos kilómetros de longitud, este río es el cuarto más largo y caudaloso de la península ibérica. En su recorrido atraviesa Extremadura cruzando por entero la provincia de Badajoz, y es a lo largo de este tramo donde sufre la irrupción y el asalto del camalote. Las imágenes de su cauce cubierto por completo por este bioinvasor a lo largo de kilómetros y kilómetros han dado la vuelta al mundo.   

El camalote es una planta acuática de gran tamaño (sus hojas pueden llegar a alcanzar un palmo) originaria de Sudamérica. Allí tiene sus predadores y sus competidores naturales que contribuyen a mantener a raya su presencia. En 2004 aparecieron los primeros ejemplares flotando en el río Guadiana. Hoy se ha extendido a lo largo de más de 150 kilómetros de su cauce.

La presencia de esta planta invasora amenaza con arruinar los cultivos de arroz, tomate, pimiento, espárragos y el resto de la rica y variada producción hortofrutícola que genera la fértil vega del Guadiana. Pero además de este grave impacto en la economía rural de la zona, los efectos en el ecosistema fluvial son letales. 

La espesa capa de camalotes que flotan en el río lo hace desaparecer por completo, impidiendo que la luz entre en contacto con sus aguas y alterando gravemente la vida acuática. Resulta dramático acercarse a la orilla y comprobar cómo el antiguo cauce se ha convertido ahora en un alargado pasillo vegetal, un camino verde del que han desaparecido las especies autóctonas vegetales y animales: desde los juncos hasta las espadañas; desde los martines pescadores hasta las nutrias. 

El coste económico de la lucha para erradicar a esta especie exótica está resultando altísimo. En los últimos diez años se han invertido más de treinta millones de euros en todo tipo de iniciativas: desde barreras flotantes de contención hasta labores de extracción con maquinaria pesada. El año pasado se retiraron varias toneladas de esta planta acuática, pero su expansión no deja de ir en aumento, afectando ya a otras cuencas fluviales españolas. 

También se está extendiendo el nenúfar mexicano (Nymphaea mexicana), menos rápido a la hora de propagarse, pero más difícil de erradicar allí donde aparece. La causa es que mientras el camalote es una planta flotante sin raíz, la especie norteamericana enraíza con fuerza en el lecho fluvial formando bulbos que quedan anclados en el fondo y desde los que empieza a reproducirse de nuevo en cuanto es arrancado, por lo que su eliminación resulta más compleja.  

Ambas especies, tanto el camalote como el nenúfar mexicano, figuran junto a la caña común en el listado de las cien especies invasoras más perjudiciales para la UICN, debido a ello, y desde 2011 está prohibido su cultivo y comercialización, tanto en España como en el resto de la UE. En el caso de encontrarnos con alguna de estas plantas al acercarnos a la orilla de un rio, un embalse o un canal de riego debemos dar parte a los agentes medioambientales y en ningún caso recoger una muestra y trasladarla a cualquier otro curso de agua. 

Jose Luis Gallego
























 

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