Aparecieron en una sucursal bancaria de Alhucemas, en el norte de Marruecos. Eran cinco jóvenes del Rif, la región que se revuelve contra décadas de discriminación impuestas por el régimen alauí, y sus cadáveres estaban completamente calcinados. La oficina bancaria, en cambio, no había sufrido los estragos del supuesto fuego que había desfigurado sus cuerpos. Un crimen sin resolver del que se cumplen este sábado 14 años y que Marruecos ha tratado de silenciar, obstaculizando la investigación internacional y amenazando a los familiares de las víctimas.
“El mayor tenía 25 años y los otros estaban por debajo de los 20. Eran cinco jóvenes que no representaban ningún peligro para el régimen de Marruecos, pero aún así fueron asesinados en una comisaría; quemados; y luego trasladado a un sucursal del Banco Popular”, relata a El Independiente Ridouane Oussama, presidente del Partido Nacional Rifeño constituido en el exilio para un región que perteneció al protectorado español y que desde 1956 forma parte de Marruecos. Desfavorecido, olvidado e insumiso, el Rif ha alimentado sucesivos movimientos independentistas que ahora son un desafío a la mano de hierro de Rabat.
Mano dura para sofocar protestas pacíficas
Oussama y sus compañeros de formación tratan de luchar contra el olvido y el silencio que ha impuesto el régimen sobre un caso abierto que, cerca de tres lustros después, sigue reclamando luz y taquígrafos. En medio de las revueltas árabes que a principios de 2011 comenzaban a sacudir el norte de África y Oriente Próximo, el Rif empezó a bullir. Miles de rifeños acudieron a la llamada del Movimiento 20 de febrero y tomaron las calles de Alhucemas exigiendo el fin de la corrupción y la necesidad de reformas políticas que respetaran los derechos humanos.
La reacción de la monarquía de Mohamed VI fue la represión. Disolvieron las manifestaciones a golpes y gases lacrimógenos y firmaron una oleada de arrestos arbitrarios. Fue en ese contexto de agitación reivindicativa en el que sucedió el episodio de los cinco jóvenes de Alhucemas. La pista de los veinteañeros se perdió aquella misma tarde tras las protestas. Un día después, sus cuerpos abrasados fueron encontrados en una oficina bancaria. El relato oficial, difundido por la prensa del régimen, fue que los jóvenes habían intentado saquear la sucursal y habían quedado atrapados por las llamas.
Las dudas, denuncian desde la formación rifeña, afloraron desde el principio. “Varios elementos pusieron en duda la versión oficial: los cuerpos encontrados estaban completamente calcinados, pero los muebles del banco permanecían intactos, lo que sugiere un incendio deliberado y no accidental. Las puertas de la sucursal estaban cerradas desde el exterior, lo que indica que las víctimas no pudieron refugiarse allí por sí mismas. Testigos afirmaron haber visto a estos jóvenes ser arrestados por las fuerzas del orden antes de ser llevados a un destino desconocido”, detallan desde el movimiento. Aquel día la cámara de vigilancia del banco no funcionaba y no registró los movimientos.
Para el pueblo rifeño, no hay dudas: se trata de un asesinato político cometido por las autoridades marroquíes con el objetivo de enviar un mensaje de terror a los manifestantes
Una sucesión de indicios sobre las que estas mismas fuentes sostienen su tesis de que fue “una ejecución seguida de un intento de encubrimiento como accidente”. “Para el pueblo rifeño, no hay dudas: se trata de un asesinato político cometido por las autoridades marroquíes con el objetivo de enviar un mensaje de terror a los manifestantes”, deslizan. “En 2021 y 2022 intentamos trasladar el caso a la justicia francesa contra el jefe de los servicios secretos marroquíes, Abdellatif Hammouchi, porque era el máximo responsable. Las familias de las víctimas aceptaron ser la parte civil del proceso pero empezaron a recibir amenazas de las autoridades marroquíes. Tratamos de proporcionarles un billete de avión para asistir al proceso pero les negaron el pasaporte”, evoca Oussama.
“Ante la ola de indignación, las autoridades marroquíes intentaron rápidamente sofocar el caso. Las familias de las víctimas, en su búsqueda de verdad y justicia, fueron intimidadas. Los medios de comunicación marroquíes, bajo el control del régimen, difundieron la versión oficial sin cuestionar sus contradicciones”, agregan.
Familias intimidados
“Esas intimidaciones a los parientes han impedido que haya avances en la investigación judicial”, admite el presidente del partido rifeño. “El expediente nunca logró traducirse en una acción judicial, ya que las familias de las víctimas fueron sometidas a enormes presiones que las disuadieron de presentarse como parte civil. Amenazas, intimidaciones, chantajes... El régimen marroquí utilizó todo su arsenal represivo para silenciar las últimas voces que exigían verdad y justicia”. “Vamos a continuar luchando hasta que sea posible porque es un crimen muy grave. Tenemos en nuestro poder todas las pruebas y estamos estudiando la posibilidad de llegar ante la justicia internacional”, advierte.
El crimen de los cinco jóvenes se ha convertido en un símbolo. “Es uno pero hay otros muchos. Prueba que la vida no tiene valor alguno en el Rif a los ojos de las autoridades marroquíes. Se nos asesina en plena calle sin ninguna razón. Es una de las razones por las que hemos creado el partido, para defender estas causas e intentar llevar Marruecos ante los tribunales europeos e internacionales”. La formación, aseguran sus fundadores, tiene como objetivo "la defensa de los derechos políticos, económicos, territoriales e identitarios del pueblo rifeño y la lucha por la independencia de la República del Rif, proclamada en 1921 bajo la presidencia de Mohamed Ben Abdelkrim al Khattabi".
Rabat sigue aplicando tolerancia cero con los rifeños y sus reivindicaciones. A pesar de sucesivas rondas de indultos reales, los activistas del Rif en la cárcel han sido sistemáticamente ignorados. Naser Zefzafi, el líder del Movimiento Hirak del Rif, el rostro que lanzó el mayor órdago al reinado de Mohamed VI en el otoño de 2016 con multitudinarias protestas en el Rif sigue entre rejas. El levantamiento tuvo como detonante la brutalidad policial que segó la vida de Mouhcine Fikri, un pescadero triturado por un camión de basura activado por un agente cuando trataba de recuperar el pescado que le habían confiscado las autoridades. Y prendió sobre la base de décadas de marginación. La represión del régimen marroquí fue despiadada: cientos de personas fueron detenidas. Zefzafi fue detenido en mayo de 2017 y condenado a 20 años de cárcel.
Tampoco han
resultado indultados algunos de sus colaboradores en las revueltas como
Mohamed Jelloul (10 años), Nabil Ahamjik (20 años), Mohamed Haki (15
años), Samir Iguid (20 años) y Zakarias Adahchur (15 años), detenidos en
2017 y condenados un año más tarde por "atentar contra la seguridad del
Estado", entre una retahíla de cargos que las organizaciones de
derechos humanos internacionales consideran fabricadas y destinados a
ahogar la indignación popular.
Heridas históricas
“Todos ellos se consideran no culpables. Y su presencia incomoda. Es un asunto global que implica no solo a Marruecos sino también a Francia y España. Hay muchas cosas en cuestión. Estamos hablando de la reclamación de una república y de las aspiraciones de un pueblo. Hay muchas partes implicadas en todo esto”, alega Oussama.
Su grupo denuncia que la rendición de cuentas ha resultado hasta ahora esquiva para “el crimen de estado” de los cinco jóvenes. “No se ha llevado a cabo ninguna investigación seria, no se han identificado responsables y no se ha hecho justicia. Sin embargo, la memoria de los cinco jóvenes de Alhucemas sigue persiguiendo al régimen marroquí y alimentando la determinación del pueblo rifeño”, apuntan. “En el Rif, esta tragedia reavivó heridas históricas de una población que lleva décadas sufriendo represión, discriminación y militarización”, señalan.
La estrategia del silencio oficialista no ha sepultado la memoria. “El recuerdo de estos cinco mártires quedó grabado en la historia de la lucha rifeña contra la opresión y la impunidad. Este crimen de Estado ilustra, una vez más, la violencia sistemática ejercida contra el Rif y la urgencia de reconocer su derecho a la autodeterminación. Hoy, la lucha por la verdad y la justicia continúa. Porque olvidar a estos jóvenes sería traicionar su sacrificio”, concluyen.
Francisco Carrión
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