La figura de Don Pelayo no fue
una leyenda, porque aparece en demasiados textos tanto árabes como cristianos.
En cambio sobre su genealogía existe una gran confusión. Se sabe que murió en
el año 737, siendo enterrado en
Santa Eulalia de Abamia (antes Velania), a una legua de Covadonga, junto a su
mujer Gaudiosa. La tradición, no demostrada, afirma que sus restos fueron
trasladados a la capilla de Santa María de Covadonga.
Fue un noble godo, fundador del
reino de Asturias. Descendiente de Chindasvinto e hijo de Favila, duque de
Cantabria, aunque existen dudas sobre su progenie. La Crónica de Alfonso
III le sitúa al servicio de Witiza y Rodrigo. Parece ser que anduvo desterrado
desde que Witiza dio muerte a Favila hasta que Rodrigo accedió al trono y
posiblemente intervino en la batalla de la Janda (711). Siete años más tarde
aparece al frente de los montañeses asturianos, que le eligieron caudillo
contra la morisma. En 718 el Valí Anbasa envió un poderoso contingente de
fuerzas para reducir a los indómitos cántabros y Pelayo tuvo la suerte o la
habilidad de aplastar al enemigo en los riscos de Covadonga. La batalla,
atribuida por los propios vencedores a protección divina, no tuvo probablemente
las descomunales proporciones que le atribuye la leyenda, pero sí supuso el
primer quebranto grave del Islam en España, lo que justifica que sea tomada
como iniciación de la Reconquista. Pelayo, elegido rey tras la victoria,
estableció su corte en Cangas de Onís, donde reinó hasta su muerte. De su
esposa Gaudiosa tuvo a Favila, su sucesor en el trono, y a Ermesinda, que
casaría con Alfonso I, hijo de Pedro, duque de Cantabria.
Al parecer existe en Logroño un
firme propósito, por parte de las autoridades locales, de acometer las obras de
recuperación del patrimonio histórico existente en el Monte Cantabria. Puede
que también sea este el momento propicio para erigir en él una gran estatua de Don Pelayo, Duque de Cantabria, en el 1.300 Aniversario de su Proclamación, y reivindicando de esta manera su lugar de nacimiento en base a los siguientes
considerandos:
Fray
Atanasio de Lobera en “Grandezas de León” Año 1596, relata:
…los Christianos que no se arrodillaron al ídolo Baal, eligiesen por su
Rey, y caudillo al valeroso Príncipe don Pelayo.
Los
Christianos, que con él asistían, lo eligieron por su Rey, año del nascimiento
del hijo de la Virgen, de setecientos y diez y ocho.
El Doctor Don Joseph González Texada, en su: “Historia de Santo Domingo de La Calzada, Abrahan de La Rioja”,
publicada en el año 1702, al proclamar el origen riojano de Santo Domingo de La
Calzada, natural de Viloria, situada en los confines de Cantabria (hoy Viloria
de Rioja, en la provincia de Burgos), recurre a numerosas fuentes que
identifican La Rioja con la antigua Cantabria, así en Libro Primero, Capítulo
I, Epígrafe 17, Puntos 6 y 7, se lee:
Los Tomos de Concilios Emilianense, y Albeldense, bien conocidos, y
calificados, llaman Cántabros a los Riojanos, al año de 905, en que hablando
del Rey Don Sancho Garcés, dicen: “Este mismo cogió a la Cantabria, desde la Ciudad de Náxera, hasta Tudela”.
Garibay, hablando de la aparición de nuestra Señora de Valvanera, dize,
que se hizo “a Nuño Oñez, natural de Montenegro, que es en las mismas Montañas
de los Montes Idubedas de la dicha Ciudad de Cantabria”. Estas Montañas
son los Cameros. Fray Juan de la Puente assienta consiguientemente “que los Cántabros
empeçavan desde la Sierra de Soria,” que es desde el Puerto de Piqueras,
cogiendo a los Cameros, cuyas faldas llegan hasta cerca de Villoria: con que le
viene muy bien el ser Pueblo puesto “en los fines de la Cantabria”.
Fray
Mateo de Anguiano en su “Compendio Historial de La Rioja”. Año
1704, sitúa a Don Pelayo (como lo hacen algunos autores más) en Cantabria; y la actual provincia de La Rioja dentro de aquella, cuando dice:
…y sus
Naturales son y se llaman Riojanos en estos tiempos.
En los
siglos antiguos estuvo situada en medio de esta Provincia la celebrada Ciudad
de Cantabria, cuyas ruinas, y nombre han quedado junto a Logroño. Dicha
Ciudad, fue cabeça de la Nación Cantábrica, como generalmente lo confirman los
Autores.
En el sentir de algunos Autores, no sólo fue Señor de esta Provincia, y
su Duque el Rey Don Pelayo, sino también natural de ella.
En
la Aprobación dada por el R. P. Fr. Matheo de Anguiano a la obra
del Doctor
Don Joseph González Texada menciona a
numerosos autores que hablan de La
Rioja, como son: Ocampo, el Padre
Juan de Mariana, el Maestro Fray Felipe de la Gandara, el Maestro Fray Andrés
de Salazar etc. y dice:
Comunmente todos la reconocen por la principal porción de la antigua, y
celebrada Cantabria, y encuentran en ella (orillas del Ebro) sobre un pequeño cerro de
Logroño, las ruinas de su Metrópoli, que aún conserva el nombre de Cantabria.
Aquí la situan San Braulio, Obispo de Zaragoça, en la vida de San Millán de la
Cogolla, Florián de Ocampo, Garivay, Mariana, Bivar, Arnaldo Ohyenarto en sus
dos Bascuñas, el Padre Joseph Moret en sus Investigaciones de Navarra, el
Obispo Sandoval, Fuente en la Conveniencia de las dos Monarquías, Don Fernando
Albia de Castro en el Memorial por la Ciudad de Logroño, Poza, Argáiz, y otros
muchos.
También habla, en su mencionada obra, de una estela romana hallada en
tierras del Solar de Valdeosera, haciendo historia del rey visigodo Suintila, que
reinó en España durante los años 621-631; personaje mencionado en ella, y su relación con el Conde Gonzalo, Señor
de la Montaña de Valdeosera.
Descendía el Conde Gonzalo, por Baronía, de los
Duques antiguos de Cantabria, por cuya razón él, y el dicho su hijo, tenían por
divisa en el escudo la Cruz Cántabra,
que lo fue de los Cántabros, aún antes de el Nacimiento de Christo Nuestro Dios
y Señor.
La Condesa Sancha, mujer del Conde Gonzalo, fue hermana del Rey
Cindasuinto (Chindasvinto), y ambos hijos del Rey Suintila, y
de la Reina Theodora, hija del Rey Sisebuto. Y su casamiento se hizo por el
suceso siguiente:
En el año de
seiscientos y quinze de Christo, determinó el Cathólico, valeroso, y muy
erudito Rey Sisebuto, conquistar a los Rucones, oy Riojanos, que seguían a los
Romanos, desde que ganaron este País las Armas de Roma. Embió un Exército
grande, y por su Capitán General a Suintila su yerno, y logró el
sujetarlos a su Corona, (Bass. Chron.
ann. 616. D. Isid. Hispal. lib. 5.
Etym. c. vit. vide sup. lib. I. cap. 16. S. 3.) como refieren Basseo,
y San Isidoro. En el año de seiscientos y diez y nueve, cuentan esta guerra
(Sand. Hist. Episep. fol. 3. & apud cum Isidor Pacen. Marian. Hist. Hispan.
tom. I. fol. 248.) Sandoval, Isidoro, y Mariana, y unos y otros tienen razón,
porque fueron dos las Conquistas, por averse buelto a sublevar los Riojanos, o
Rucones después de la primera. Los Cántabros, Beros, vezinos de los Rucones,
mal hallados con los romanos, se entregaron a Sisebuto, y en su nombre a
Suentila, quien se mostró con ellos tan humano, y agradable, que dexó en su
País muchos, muy amigos; y especialmente al Señor de estos el Conde Gonçalo.
Murió el Rey Sisebuto en el año seiscientos y
veinte y uno, y coronose Suintila, Rey de los Godos. En el año seiscientos y
treinta y uno, le quitó la Corona Sisenando tyranamente, con ayuda de algunos
Godos mal contentos, y de Tropas de Francia; y como al caido le desprecian
todos, y a favor del Soberano, que manda se disponen todas las cosas, los
Padres de el Concilio quarto (Conc. Tolet. 4.) de Toledo, que se juntó a
disposición de Sisenando en el año de seiscientos y treinta y quatro,
declararon por descomulgados, y condenaron a perdimiento de sus bienes, y a
destierro al Rey, despojado Suintila, a la Reyna Theodora, y a sus hijos, que
lo eran Rechimiro, Cindasuinto, y Sancha, y a Geila su hermano, con su muger, y
sus hijos. Murieron luego en Toledo Suintila, y Rechimiro, y se juzga, que
también la Reyna.
Cindasuinto, y
Sancha su hermana, se retiraron a los Cántabros Beros, oy Cameros,
confiando, que el Conde Gonçalo, Señor de aquella Montaña, los ampararía por la
grande amistad que tuvo con Suintila su padre. Hízolo así Gonçalo, como tan
grande Príncipe. Dioles para vivir la jurisdicción de Valdesera, de
quien hablaremos en el capítulo siguiente, y entre él y los Príncipes, hermanos,
fabricaron un Castillo con el mismo
nombre en dicho año seiscientos y treinta y quatro (como dizen el Chronicón a
nombre de Auberto Hispalense, y el Maestro Argaez), (Aub. in.Chron. an. 634.
& Arga. anno 634. in Valledosera,
in monte Iubelda, construitum ast Castrum magnum.) para vivienda, y defensa de
los dos Príncipes.
Y en la Iglesia,
que también labraron junto a él, pusieron una piedra con el siguiente
Epitaphio, que oy se conserva, y lo declara todo bien descifrado: “Antes de esta fábrica Suintila fue el Júpiter de la antigua Serranía en el año quince.
Sale bien lo que dice el Epitaphio, escrito año
de seiscientos y treinta y quatro, que Suintila en el año de quinze
antecedente, fue favorecedor de la antigua Serranía, porque la referida guerra
en los Rucones (de donde tomó el ser Conde,
cuando llegó hasta la ciudad de Oca), la ponen los autores
(Pell.Anal.fol.216) por este año, poco más o menos.
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