Una inversión “israelí” en el corazón de la crisis hídrica de Marruecos desata una tormenta

 


La empresa israelí “Mehadrin”, uno de los mayores actores mundiales en la exportación de frutas frescas, anunció un proyecto de inversión para cultivar aguacates en Marruecos en colaboración con un actor local anónimo, con una inversión superior a los 80 millones de dirhams en tres años, en una medida considerada una prueba clara de los límites de la normalización económica entre Rabat y Tel Aviv, en un momento en el que Marruecos vive una de sus peores crisis hídricas de las últimas décadas.

Según fuentes de los medios israelíes, la empresa tiene intención de alquilar unas 455 hectáreas de tierras agrícolas en el marco de su programa global “Global Farming”, lanzado en 2022, con la producción del Proyecto —, estimado en 10 mil toneladas de aguacates al año —, dirigido principalmente a los mercados europeos, con la venta de una parte limitada en el mercado marroquí.

Pero el anuncio no pasó desapercibido. Mehadrin no es un actor común y corriente en el mercado, ya que anteriormente ha enfrentado acusaciones en Francia de eludir campañas de boicot reexportando productos israelíes con etiquetas falsas que indican origen europeo. Su entrada en Marruecos también plantea cuestiones embarazosas sobre la transparencia del proyecto y su naturaleza política y económica, especialmente porque la empresa israelí retendrá el 51 por ciento del capital de la entidad conjunta que se creará.

Los observadores creen que la medida tiene dimensiones políticas tanto como económicas, ya que llega en un momento en que la ola de rechazo popular a cualquier forma de normalización con Israel está aumentando, especialmente después de los crímenes de guerra en Gaza y la continuación de la guerra civil. campañas de boicot dirigidas a marcas israelíes o a quienes las apoyan.

A nivel medioambiental, el proyecto suscita una ola de duras críticas dada la gran presión sobre los recursos hídricos en Marruecos, donde el cultivo del aguacate se considera uno de los cultivos que más agotan el agua. Cada kilogramo de esta fruta requiere el consumo de aproximadamente 2.000 litros de agua, lo que hace que el proyecto sea controvertido en un país que vive bajo la influencia de advertencias de sed venidera.

Cultivos exigentes en agua en manos de la agroindustria

Mientras las condiciones del campesinado se vuelven cada vez más precarias e inciertas, aumenta la esquilmación de los recursos hídricos en el país, a pesar de los sucesivos años de sequía que está atravesando Marruecos.

Zohra Koubia, presidenta de la Asociación Foro de Mujeres de Alhucemas, Forum des Femmes Au Rif, en una  intervención en la presentación de la revista Soberanía Alimentaria, recordaba que la mayoría de las políticas agrícolas del reino marroquí está dirigida a la exportación. «Esto ha afectado a las pequeñas familias campesinas, que en un 40 % dependían de sus cultivos para su subsistencia. Marruecos está permitiendo que empresas extranjeras, incluyendo varias israelíes, ocupen tierras por todo el país».

Numerosas empresas israelíes están pujando para conseguir proyectos agrícolas en Marruecos con el fin de minimizar los costes y hacerse un hueco en el mercado internacional de la exportación. El 22 de diciembre de 2020, bajo auspicio de EE. UU., Marruecos e Israel firmaron, pese a la situación de ocupación que sufre Palestina, el acuerdo de normalización de relaciones entre ambos países. Inmediatamente después, se comenzó a estrechar lazos con empresas israelíes de los sectores agrícola, energético, militar y de las comunicaciones. Un ejemplo de ello es Netafim, empresa especializada en riego de precisión, que instaló su fábrica en Kenitra, al norte de Marruecos.

Mehadrin, la empresa israelí líder en producción y exportación de cítricos y aguacates, se asentó en el país, permitiéndole arrendar 1.235 hectáreas para la producción y exportación de este fruto tropical a bajo coste llamado oro verde.

Según fuentes consultadas en Marruecos, la superficie plantada de aguacate ronda las 7.000 hectáreas. El mismo documento cuestiona si este tipo de plantación resulta adecuada a las condiciones climatológicas de la región, dada la escasez de agua: «según especialistas, los árboles se riegan dos veces al día, durante media hora hasta una hora por hectárea, según el tipo de suelo (drenado o no). Dado que Marruecos es un país que sufre estrés hídrico, la duda que surge es si resulta pertinente seguir desarrollando este cultivo o no».

Como respuesta a este desembarco de la agroindustria, varias organizaciones sociales y sindicales del país denuncian la esquilmación de agua y las condiciones abusivas que sufren las personas campesinas y las ayudas que obtienen los grandes empresarios aliados de las empresas extranjeras afincadas en Marruecos.

Logros de la lucha campesina y las alianzas internacionales

El pasado mes de octubre, la FNSA-UMT reclamaba una reforma agraria democrática y popular en favor de la Soberanía Alimentaria y de la justicia para los agricultores. Al mismo tiempo, denunciaba la influencia de acuerdos internacionales injustos y del dominio de las multinacionales en la región.

Zohra Koubia alertaba del peligro que supone la desaparición de las semillas locales debido al aumento de la comercialización de las semillas híbridas. En El Rif, donde vive, asegura que «ya no quedan prácticamente semillas adaptadas al clima, al agua disponible y a nuestro terreno». La llegada de multinacionales y el acaparamiento de grandes tierras, nos recordaba Zohra en su intervención, van aparejados con la pérdida de la cultura amazigh y árabe de los cultivos, de los saberes tradicionales y de la gestión comunal de la tierra, lo que «supone un peligro para la soberanía alimentaria de nuestros pueblos».

A pesar de los grandes retos a los que se enfrenta el campo de su país, Karima da gracias al esfuerzo que ha realizado el sindicato por mejorar las condiciones de muchas trabajadores: el reconocimiento y la dignificación del trabajo campesino y el acceso a la seguridad social de los afiliados a la organización ha mejorado sus condiciones, y eso ha sido gracias también al apoyo de asociaciones internacionales. «En mi lugar de trabajo, la mayoría de lo que producimos se exporta. Como mediadores, intentamos facilitar la comercialización de los pequeños empresarios para que llegue al cliente europeo sin el intermediario marroquí, que impone condiciones precarias a las agricultoras. En este sentido, tenemos acuerdos con organizaciones europeas adheridas a La Vía Campesina que intentan velar por que nuestros derechos se cumplan».

Sin embargo, lamentablemente en las zonas donde no hay sindicatos, las campesinos no disfrutan de ningún derecho. Uno de los problemas a los que alude Karima es la subcontratación por parte de terceras empresas: «Esta práctica se está extendiendo en Marruecos. Las trabajadoras en esta situación no tienen derecho a ingresar en ninguna organización sindical, apunta.

El aislamiento social, la ausencia de derechos laborales de las trabajadores o la alta tasa de analfabetismo de las zonas rurales (más del 70 %) aumentan el riesgo de empobrecimiento en Marruecos. Karima lamenta que, frente a esta situación, no haya más solidaridad entre las organizaciones sindicales y sociales del país. Pero se siente orgullosa en decir que «somos el primer sindicato en reunir a trabajadoras campesinas en Marruecos. Gracias al acompañamiento y la labor de sensibilización sindical, tenemos a mujeres que han llegado a un nivel superior de formación. Esto ha sido posible porque hemos contado con el apoyo de organizaciones sindicales de La Vía Campesina, como las de España, por ejemplo, con la organización de sesiones de formación destinadas a las trabajadoras de nuestra región. Esto nos ayudó mucho en reivindicar nuestros derechos, hacer negociaciones y aprender a resolver conflictos».

La energía de Karima es incansable, a pesar de las numerosas responsabilidades que asume como coordinadora del Movimiento de la Mujer. Para ella, el apoyo y la formación a las campesinas, además de la sensibilización sobre el trabajo sindical, es fundamental para identificar los problemas y buscar soluciones. «Queda mucho camino por recorrer. Los derechos conseguidos no son suficientes, porque no llegan a todas. En aquellas zonas de trabajo donde está el sindicato, sí tienen un mínimo de cobertura, pero el resto no puede disfrutar de las prestaciones y los derechos que ofrecemos al no estar afiliadas».

Tareas nada sencillas teniendo en cuenta la persecución y la discriminación que sufren las mujeres por parte de los grandes empresarios y propietarios de las fincas donde trabajan.


Empresas de Israel deciden localizarse en Marruecos para evitar el boicot a sus productos en Europa. Es el caso de la productora de aguacates, #Mehadrin


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