Hay una parte de la Segovia rural que ya se despobló hace siglos, aldeas surgidas durante la conquista cristiana del Al-Ándalus que no llegaron a la Edad Moderna. De ellas apenas queda nada, a excepción de la ruina de lo que fue su edificio más noble: la iglesia.
Empezamos por el municipio de Carbonero el Mayor, donde encontraremos dos ermitas en ruinas. La primera de ellas, la de San Miguel de Quintanas, se erige en mampostería en medio de un sembrado. Poco se conserva dignamente, quizás la mejor parte es su cabecera.
Mejor se conserva el otro templo, oculto entre un bosque de pinos y encinas a la vera del río Pirón: la ermita de Santa Águeda. Su figura todavía tiene cierta forma, conservándose la espadaña y varias arcadas de ladrillo.
Continuamos esta ruinosa ruta hacia el municipio de Bernardos. A unos 3 kilómetros de su casco urbano se ubica, solitaria y acompañada de un árbol, la ermita de Santa Inés. Es la que mejor muestra su originaria arquitectura de románico de ladrillo.
La cuarta parada nos traslada hasta Domingo García y la ermita de San Isidro. Elevada en la cima de un cerro, su silueta se divisa a lo lejos. Llama la atención las tumbas antropomorfas que la rodean, así como la ventana "milagrosa" situada en lo que fue la entrada al templo.
La siguiente ermita en ruinas se localiza en Armuña y para llegar a ella deberás atravesar campos de labranza. Se trata de la ermita de la Virgen de Pinillos que solo conserva tres paredones y un arco de medio punto con cinco arquivoltas de ladrillo.
Acabamos en la construcción más robusta de todas: la iglesia de San Medel. Levantada en sillería y mampostería, fue desmantelada en 1945, trasladándose a la cárcel de nobles de Segovia su portada y elementos más nobles, así como otras partes a la de la Veracruz y el Alcázar.
Raíces en la piedra. Arte románico en los despoblados
Cuando una aldea desaparece, comienza a evaporarse de la historia. Poco a
poco, las huellas se borran de sus caminos, las zarzas ocultan sus
regatos y las piedras que componían su silueta retornan a la tierra, a
las raíces, para conciliarse y comulgar con ellas. Ese tránsito poético y
natural, estímulo de plumas, pinceles, objetivos y acordes, concluye
cuando el silencio impone su ineludible señorío.
Este modesto articulo pretende
dignificar y perpetuar el recuerdo de estas localidades ya desaparecidas, establecidas al calor de la repoblación cristiana, en pleno siglo XII, y
fenecidas a causa de los azotes de la crisis bajomedieval, los
puntuales escollos de la Edad Moderna o el masivo éxodo rural de la
pasada centuria. Lugares únicos e irrepetibles, dotados de su propia
idiosincrasia, que no solo componen el mapa alternativo, inverso, de la
actual provincia de Segovia, sino que además comparten la
particularidad de atesorar un extraordinario patrimonio románico en
riesgo inminente de desaparición.
Desconocidos o casi olvidados,
cuando no perdidos, el presente articulo pretende ayudar a conocer con mayor rigor la actividad
artística desarrollada en estas tierras durante los siglos XII y XIII,
pero al mismo tiempo, permiten reflexionar sobre el carácter efímero de
la existencia y la necesidad de valorar, respetar y salvaguardar la
herencia recibida del pasado.
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