A las 8:45 a.m. del 6 de agosto de 1945, de repente apareció por encima de la ciudad japonesa de Hiroshima una ardiente bola de fuego de un millón de grados de temperatura, matando, quemando vivas o vaporizando instantáneamente a decenas de miles de personas. Tormentas de fuego se tragaron la ciudad. Entonces llegaron ondas expansivas y vientos de más de 1600 kilómetros por hora, destrozando cuerpos y edificios, lanzando por los aires a hombres, mujeres y niños. Casi todas las estructuras dentro de más de un kilómetro y medio alrededor del epicentro quedaron destruidas.
“Había cadáveres rojos muertos e hinchados unos encima de otros, se les salieron los intestinos y los ojos, filas de personas que parecían fantasmas con el cabello chamuscado y la piel quemada colgante”, recordó un sobreviviente, y había “sobrevivientes apenas vivos que no estaban en condiciones de ayudar a sus propios hijos o padres”. En un cuarto estaban 20 jóvenes con los ojos derretidos en la cuenca. Nubes de polvo convirtieron la mañana en el anochecer; luego, cayó una lluvia negra.
Estados Unidos acababa de hacer estallar la primera bomba nuclear sobre el centro de una ciudad de 350.000 habitantes. Miles de sobrevivientes empezaron a padecer de fiebre, diarrea, vómitos, pérdida de cabello y piel — indicios de la muerte por la enfermedad de radiación. Para fines de 1945, entre 140.000 y 150.000 personas, la enorme mayoría de ellas civiles, habían perecido en Hiroshima. Cientos de miles de otros quedaron heridos.
Más tarde ese mismo día, el presidente Harry Truman anunció el bombardeo y amenazó a Japón: “Si no aceptan nuestras condiciones [de rendirse inmediatamente] pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra”. Tres días después, el 9 de agosto, Estados Unidos lanzó una bomba aún más poderosa sobre Nagasaki, destruyendo la ciudad y asesinando a otras 70.000 personas.
La espalda lesionada de Sumiteru Taniguchi, cartero de Nagasaki, debido a la bomba atómica del 9 de agosto de 1945. Foto de enero de 1946.LOS CRIMINALES: El presidente Harry S. Truman, quien ordenó el ataque; el secretario de Guerra, Henry Stimson, quien supervisó la guerra, incluyendo la construcción de esta “más aterradora de todas las armas conocidas en la historia de la humanidad”; el general Leslie Groves, a cargo de la construcción de la bomba; y el comando militar responsable del bombardeo.
LA COARTADA: Fue necesario lanzar una bomba nuclear sobre Japón para terminar la guerra rápidamente, evitando una invasión de parte de Estados Unidos que, según los presidentes Roosevelt y Truman, costaría un millón de vidas estadounidenses.
“Reconozco el trágico significado de la bomba atómica…. La hemos usado para acortar la agonía de la guerra, para salvar la vida de miles y miles de jóvenes estadounidenses”, dijo Truman después de lanzar bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki.
Y desde ese entonces, todos los presidentes han repetido esa coartada: “Creo que el presidente sí aprecia que el presidente Truman tomó su decisión por razones justas”, dijo el secretario de prensa de Obama.
EN SUS PROPIAS PALABRAS:
“Esto es la cosa más grandiosa en la historia”.
—Presidente Truman, al enterarse del bombardeo de Hiroshima
“Si hubiéramos perdido la guerra, nos hubieran procesado por criminales de guerra”.
—Mayor General Curtis E. LeMay, quien dirigió la campaña de bombardeo contra Japón y transmitió las órdenes de Truman para lanzar las bombas nucleares, según lo informado por Robert McNamara, el ayudante de LeMay durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde Secretario de Defensa.
EL VERDADERO MOTIVO: Dominar a Japón y el mundo entero tras la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos sabía que Japón se colapsaría sin una invasión y pedía paz semanas antes del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. El 12 de julio de 1945, Truman admitió en su diario personal que Estados Unidos había recibido “un telegrama del emperador japonés pidiendo paz”.
Pero los gobernantes de Estados Unidos querían dominar completamente a Japón e impedir que la Unión Soviética se apoderara de más territorio en Manchuria que estaba en manos de Japón y que ganara mayor influencia en el mundo post-guerra — o que “obtuviera gran parte del botín” como dijo un funcionario estadounidense. Eso quería decir imponer un terror que le obligaría a Japón a rendirse inmediatamente. Por eso Estados Unidos incineró a Hiroshima y Nagasaki. Japón se rindió el 15 de agosto, seis días después del bombardeo de Nagasaki. También sirvió de advertencia a quienquiera que se atreviera a retar el dominio de Estados Unidos en el mundo post-guerra, transmitida mediante montañas de carne calcinada y decenas de miles de sobrevivientes horriblemente desfigurados.
LOS REINCIDENTES: Una y otra vez, Estados Unidos ha contemplado y amenazado con usar armas nucleares para imponer su dominio mundial: En los años 1950, hizo planes para una posible guerra nuclear contra la Unión Soviética, la que según sus cálculos podría matar a 600 millones de personas; en 1958, 1973 y 1980 puso sus fuerzas en alerta nuclear durante las crisis en el Oriente Medio sobre Irak, Israel e Irán; en 1969 el presidente Richard Nixon amenazó con usar armas nucleares contra Vietnam; antes de la invasión de Irak de 2003, el Pentágono elaboró planes en secreto para usar armas nucleares; Obama ha anuncio planes para gastar más de $1 millón de millones por armas nucleares en los próximos 30 años.
El “presidente de la paz” en Hiroshima: Destruir una ciudad con armas nucleares, incinerar a 140.000 personas — ¡Todo bien!
Barack Obama el primer presidente en funciones que visita Hiroshima. Pero no para pedir disculpas por la masacre por Estados Unidos de 140.000 personas mediante la primera bomba nuclear. ¡El único debate dentro de la administración es sobre cómo asegurarse de que el viaje no parezca como si Obama pidiera disculpas! El no pedir disculpas y seguir repitiendo las mentiras con que justificaron la masacre es en sí una declaración criminal: Estados Unidos está dispuesto a incinerar a decenas de miles de personas, y hasta millones, si responde a los intereses del imperio estadounidense.
El imperio estadounidense hacen que el Padrino se parezca a Mary Poppins.
Hiroshima y Nagasaki vivian las dos colectividades católicas más importantes del Japón sobre todo en en Nagasaki.
Efectivamente, la bomba del 9 de agosto de 1945 sobre Nagasaki exterminó a más de los 2/3 de la comunidad católica japonesa, concentrada en esa ciudad (principalmente en el barrio de Urakami, donde se encuentra la catedral, hoy una copia de la anterior, que fue destruida) y otros lugares de la isla meridional de Kyūshū. Precisamente la bomba detonó sobre esa zona de la ciudad.
Nagasaki fue además una ciudad de fundación católica, por donde entró en Japón la primera influencia occidental (lusoespañola), más presente hoy sobre todo en la alimentación japonesa más que en la religión (1% de la población y se dice que en descenso). La brutal represión sobre los católicos japoneses (cuya religión se prohibió en 1614) después de la rebelión de Shimabara en 1637 destruyó parte de esta comunidad. Una Inquisición anticatólica orientada hacia conseguir apostasías ejemplarizantes bajo amenaza de muerte funcionó durante todo el período de Edo (el Shōgunato o dictadura militar de los Tokugawa), más allá incluso del "Sakoku" o política de aislamiento, con persecuciones o "kuzure" en Nagasaki en 1790, 1839 y 1859.
Existieron en la región de Nagasaki los "kakure kirishitan", católicos ocultos o secretos, de los que no existía noticia hasta que varios miles fueron descubiertos en 1865 por misioneros franceses. Este descubrimiento causó una última persecución del gobierno, la mayor, hasta 1873, con exilios, torturas y hasta ejecuciones que solo se detuvieron por las protestas de las potencias occidentales.
Desde entonces ha llegado a haber tres primeros ministros católicos (entre ellos el muy importante Shigeru Yoshida) en Japón y es también conocido el novelista Shūsaku Endō (el autor, entre otras obras, de "Silencio" y "El samurai", novelas históricas de temática católica), no descendiente de los católicos históricos del Sur, sino de familia conversa en el siglo XX
El Milagro de Hiroshima: Jesuitas sobrevivieron a la bomba atómica
Ante al 76 aniversario de los ataques atómicos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, la Iglesia recuerda un episodio documentado por historiadores y médicos que es conocido como el Milagro de Hiroshima.
El 6 de agosto de 1945, fiesta de la Transfiguración, cuatro sacerdotes jesuitas alemanes sobrevivieron al impacto de la bomba nuclear “Little Boy” en Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial.
Los jesuitas Hugo Lassalle, superior en Japón, Hubert Schiffer, Wilhelm Kleinsorge y Hubert Cieslik, se encontraban en la casa parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los pocos edificios que resistió a la bomba. En el momento de la explosión.
Según escribió el propio P. Hubert Cieslik en su diario, únicamente sufrieron daños menores producto de cristales rotos, pero ninguno a consecuencia de la energía atómica liberada por la bomba.
Los médicos que los atendieron tiempo después les advirtieron que la radiación recibida les produciría lesiones graves, así como enfermedades e incluso una muerte prematura.
El pronóstico nunca se cumplió. No desarrollaron ningún trastorno y en 1976, 31 años después del lanzamiento de la bomba, el P. Schiffer acudió al Congreso Eucarístico de Filadelfia (Estados Unidos) y relató su historia, donde confirmó que los cuatro jesuitas estaban aún vivos y sin ninguna dolencia.
Fueron examinados por decenas de doctores unas 200 veces a lo largo de los años posteriores y no se halló en sus cuerpos rastro alguno de la radiación.
Los cuatro religiosos nunca dudaron de que habían gozado de la protección divina y de intercesión de la Virgen: “Vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el Rosario todos los días”, explicaron.
Además, el P. Schiffer escribió el libro “El Rosario de Hiroshima” donde narra todo lo que vivió.
En Hiroshima y Nagasaki murieron unas 246 mil personas, la mitad en el momento del impacto de las bombas y el resto en las semanas posteriores por los efectos de la radiación.
La bomba de Hiroshima fue arrojada el dia de la Solemnidad de la Transfiguración del Señor y la rendición de Japón ocurrió el 15 de agosto, cuando la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
Paremos la Cristofobia
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