CARTA ABIERTA
A los CATOLICOS ESTADOUNIDENSES
Ante la cercanía de las elecciones presidenciales
La gran marcha de la destrucción mental continuará. Todo será negado. […]
Encenderemos hogueras para atestiguar que dos más dos son cuatro.
Desenvainaremos espadas para demostrar que las hojas son verdes en verano.
G.K. Chesterton, Heretics, 1905
Estimados fieles católicos estadounidenses,
me dirijo a todos ustedes, a pocos días de las elecciones presidenciales que llamarán a las urnas a millones de ciudadanos estadounidenses.
Si en condiciones de relativa normalidad el ejercicio de tu voto es un deber moral, a través del cual se coopera en primera persona en la elección de quien ha de gobernar la Nación en los próximos cuatro años, en esta próxima ronda electoral -como y mucho más que en 2020- no están llamados simplemente a elegir entre dos candidatos de diferente alineación política, pero que sin embargo tienen en el corazón el bien común en el respeto a la Constitución y a la Ley. Esta vez tienen que elegir entre dos modos radicalmente opuestos de concebir el gobierno de vuestra nación: están llamado a elegir entre la democracia y la dictadura, entre la libertad y la esclavitud.
Por un lado tenemos al candidato Donald J. Trump, que a pesar de todas las problemáticas graves -especialmente sobre el aborto y la reproducción asistida- tiene como objetivo el bien común y la protección de las libertades fundamentales de los ciudadanos. En los Estados Unidos de Donald Trump todos los católicos pueden practicar su fe y educar a sus hijos en ella sin interferencias del Estado. Del otro lado tenemos una candidata y un partido que promueven todo lo que se opone directamente a la Fe y la Moral de la Iglesia Católica. En los Estados Unidos de Kamala Harris, un católico -al igual que un protestante- es considerado un fundamentalista al que hay que marginar y eliminar, y sus hijos son propiedad del Estado, que se arroga el derecho de desviarlos desde pequeños en su alma y en su cuerpo. Los Estados Unidos de Trump puede volver a ser grande y próspero; el de Harris está condenada a la invasión y a la destrucción moral, social y económica: a la dictadura más feroz.
Miren su propio país: tus ciudades se han convertido en vertederos de vagabundos y de delincuentes, de traficantes y drogadictos, de prostitutas y ladrones. Sus escuelas son receptáculos de adoctrinamiento y corrupción desde el jardín de infantes. En vuestros tribunales se absuelve a los criminales y se encarcela a los inocentes: se persiguen nuevos delitos ideológicos, mientras se tolera y alienta la ilegalidad. En vuestros hospitales mandan las multinacionales, y ustedes son sus conejillos de indias a exterminar, o a convertir en enfermos crónicos y en sus clientes perpetuos. Los agricultores, los ganaderos y los pescadores son perseguidos y obligados a quebrar, mientras los terrenos son acaparados por multinacionales inescrupulosas que los transforman en interminables plantas fotovoltaicas y turbinas eólicas con las que alimentan sus centros de datos y granjas de servidores donde recopilan todos vuestros datos, vuestros movimientos, vuestras compras y vuestras preferencias políticas. Han llegado al extremo de manipular el clima con sofisticadas operaciones de geoingeniería y con devastadores incendios para hacer creíble el fraude del calentamiento climático e imponer la transición verde, el encarecimiento de la energía, de los automóviles y de los patinetes eléctricos. Y todo ello mediante una evidente mentira, sin ninguna prueba científica pero con la colaboración servil de los medios de comunicación del régimen, dispuestos a etiquetarnos como conspiracionistas. Pero lo que hasta ayer se etiquetaba como fruto de teorías conspirativas ahora lo admiten los mismos gobernantes. A ustedes les quitan la luz del sol, les envenenan sembrando las nubes, abruman vuestros pueblos y vuestros campos con huracanes mortales; matan vuestro ganado y secan vuestras cosechas con sequías provocadas e incendios devastadores. Pretenden controlar todo el sector alimentario, para obligarles a comer sólo lo que ellos ponen a vuestra disposición. Así lo exige la Agenda 2030 impuesta sin votación por las Naciones Unidas y por el Foro Económico Mundial.
En estos cuatro desastrosos años de la administración Biden-Harris hemos tenido una marioneta en la Casa Blanca y una vicepresidenta corrupta e incompetente que nunca ha dejado de mentir y engañar a los votantes sobre su pasado y su futuro. El poder lo gestiona el criminal Estado profundo –cuyos nombres y rostros ahora conocemos– responsable de la destrucción de vuestra gran Nación. Y para asegurarse que la crisis sea infinita, se abren continuamente nuevos escenarios bélicos, en conflictos que nadie quiere excepto aquéllos que lucran enormemente con ellos, sacrificando vidas humanas y comprometiendo la estabilidad internacional.
Ustedes ya han visto en estos cuatro años de lo que han sido capaces los demócratas, es decir, la extrema izquierda woke. Imagínense lo que serán capaces de hacer, si en lugar de los numerosos suplentes de Biden, sea elegida su vice -en el fraude más escandaloso e inimaginable- con la banda de ministros LGBTQ+, estrictamente woke, vendidos a China o al Foro Económico Mundial, patrocinados por George Soros o por Bill Gates, manipulados por Obama y por Hillary Clinton. En ese momento, queridos católicos estadounidenses, no sólo tendréis que cambiar vuestro mitin -como le gustaría a Kamala- para decir que Cristo es el Señor, porque decirlo será considerado un discurso de odio, y rezar delante de una clínica abortista un acto de terrorismo. No crean que son suposiciones remotas: allí donde la Izquierda woke toma el poder, se instaura la dictadura más feroz, antihumana y anticristiana que ha conocido la humanidad. Y sabemos que cada vez que la Izquierda ha llegado al poder, nunca lo ha abandonado por medios democráticos.
Donald Trump y Kamala Harris: no estamos hablando de dos visiones diferentes, sino que forman parte de la dialéctica política normal. Hablamos de dos mundos opuestos e irreconciliables, en los que Trump combate al Estado profundo y se compromete a liberar a Estados Unidos de sus tentaculares garras, mientras que en el lado opuesto tenemos a una candidata corrupta y chantajeada, orgánica al Estado profundo, que actúa como una marioneta en manos de belicistas como Barack Obama e Hillary Clinton, de autoproclamados «filántropos» como los criminales George Soros y Klaus Schwab, o de personajes como Jeffrey Epstein y Sean Combs. Su agenda es la de la Izquierda Global, del Foro Económico Mundial, de la Fundación Rockefeller, de la Fundación Bill&Melinda Gates y, en última instancia, la agenda de Vanguard, BlackRock y StateStreet. Su agenda está escrita al dictado de la oligarquía financiera que controla la humanidad en perjuicio de los pueblos: una élite que actúa no sólo en Estados Unidos, sino en Canadá, Australia, Europa y allí donde la política es rehén de sus fondos de inversión y de sus organizaciones seudo humanitarias dedicadas a eliminar la civilización occidental.
Detrás de ellos -ya lo sabemos- hay personajes de mente perversa, unidos por el odio satánico hacia Nuestro Señor Jesucristo y a todos los que creen en Él, principalmente hacia los fieles católicos. Nosotros queremos que Cristo reine y lo proclamamos con orgullo: ¡Cristo es Rey! Ellos quieren que reine el Anticristo, cuya tiranía está compuesta de caos, guerra, enfermedad, hambre y muerte. Y cuanto más aumentan las emergencias y las crisis que la élite globalista planifica y pone en práctica, más excusas tienen para imponer nuevas limitaciones, nuevas restricciones a los derechos fundamentales y nuevos controles.
Joe Biden, el actual “presidente” es un sirviente de esta élite subversiva y ampliamente chantajeable por sus escándalos y crímenes y los de su familia, empezando por Hunter. Su “vice”, Kamala Harris, está igualmente sometida al mismo Estado profundo. Y el Partido Demócrata, al que ambos pertenecen, es la expresión de la ideología woke que infecta a todos los partidos de la Izquierda global.
El candidato Donald J. Trump, aunque ciertamente presenta cuestiones críticas serias que un católico no puede compartir, constituye para nosotros, queridos fieles estadounidenses, en este momento histórico específico, la única opción posible para contrarrestar el golpe globalista que la Izquierda woke está a punto de implementar de manera definitiva, en forma irremediable y con daños incalculables para las generaciones futuras.
Votar por Donald Trump significa distanciarse firmemente de una visión anticatólica, anticristiana y antihumana de la sociedad. Significa detener a quienes quieren crear una distopía infernal, peor que la anunciada por George Orwell. Y significa también -no lo olviden- dar confianza, para que el presidente Trump sepa que el voto masivo de católicos y cristianos que lo trajo de regreso a la Casa Blanca debe ser la premisa para un compromiso más incisivo en defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, en defensa de la familia tradicional, en defensa del derecho de los padres a educar a sus hijos, en defensa de la Fe y de la identidad cultural de la Nación.
Repito: la elección es entre un presidente conservador que está pagando con su propia vida la lucha contra el Estado profundo, y un monstruo infernal que obedece a Satanás. Para un católico, la cuestión no se pone en duda: votar a Kamala Harris es moralmente inadmisible y constituye un pecado grave. Ni siquiera es posible abstenerse, porque en esta guerra proclamarse neutral significa aliarse al enemigo.
Los pueblos de todo el mundo están comenzando a comprender la amenaza que se cierne sobre ellos y sobre el futuro de sus hijos, y también ustedes, estadounidenses, lo han comprendido. Pero aunque esta vez será más difícil para el Estado profundo repetir el fraude de 2020, no deben pensar que se resignará a la derrota tan fácilmente. Preparémonos pues para impedir posibles atentados y escenarios de guerra civil que sirvan de excusa para imponer la ley marcial y nuevas restricciones, luego de los atentados de los que providencialmente se ha librado el presidente Trump.
Pero no olvidemos, queridos fieles, que las energías humanas por sí solas nada pueden ante este despliegue infernal de fuerzas. Proclamamos que Cristo es Rey: esto significa que nuestro Señor debe reinar de nuevo, y la primera manera de hacerle reinar es obedecer su santa Ley y vivir en su Gracia. Hagan que Cristo reine en vuestros corazones, en vuestras familias, en vuestras comunidades y en todos los Estados Unidos de América: éste es el único camino para la paz, para la concordia y para la prosperidad de la Nación.
¡Pensad en cuántos son, ustedes católicos, en los Estados Unidos! Voten sin vacilar y recen para que Nuestro Señor ilumine a los ciudadanos de América en su elección y dé la victoria a quien, al menos, no tiene problema en proclamar que Cristo es el Señor.
Que Dios les bendiga y que la Virgen de Guadalupe, Patrona de Estados Unidos, y San Miguel Arcángel les protejan.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
Ex Nuncio Apostólico en Estados Unidos de América
22 de octubre de 2024
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