El movimiento que desafió al Estado marroquí exige la liberación de sus líderes, cinco años después de su condena
La llama del Movimiento Popular del Rif ( Al Hirak al Chaabi , en tamazigh) se apagó. Las brasas están recluidas en las casas de esta región septentrional marroquí. Pero son avivadas por la diáspora de los activistas en Europa, que aseguran que la oleada de protestas de 2016 y 2017 ha sembrado el terreno para que la contestación aflore en un futuro. “El Hirak ha dejado una conciencia colectiva muy importante. Las bases del movimiento, que defiende no agacharse ante un régimen dictatorial, van a dar sus frutos en las futuras generaciones”, confía Reda Benzaza, uno de los impulsores del movimiento y amigo de su líder, Nasser Zefzafi.
Esta semana se cumplieron cinco años de las condenas a 54 de sus activistas, el 27 de junio del 2018, entre ellos, Zefzati, Nabil Ahamjik y Samir Ighid, que cumplen 20 años de pena en una cárcel de Tánger, donde también están Mohamed El Haki (15 años), Zakaria Adahchour (15) y Mohamed Jelloul (10). Los portavoces del movimiento fuera de Marruecos aprovechan la fecha para exigir su amnistía, al considerar que fueron encarcelados por manifestarse de forma pacífica.
“Han detenido a personas por dar un ‘me gusta’ en Facebook”, afirma uno de los líderes del ‘Hirak’
En Catalunya, por ejemplo, cuentan con el apoyo del Centre Internacional Escarré per a les Minories Ètniques i les Nacions (Ciemen), que ha llevado al Parlamento catalán un informe sobre la región. “La vulneración de los derechos humanos en el Rif sigue siendo preocupante y ha caído en el olvido. Las autoridades marroquíes siguen reprimiendo y acosando a activistas y periodistas por el ejercicio pacífico de sus derechos humanos”, afirma el Ciemen.
Las protestas estallaron en octubre del 2016, tras la muerte del vendedor de pescado Mohcin Fikri, que fue aplastado dentro de un camión de basura cuando trataba de recuperar la mercancía que le habían confiscado las autoridades. A diez metros del lugar de los hechos vivía Benzaza, entonces profesor del instituto español de Alhucemas. Salió a la calle a pedir justicia para Fikri. Luego, las reivindicaciones crecieron.
Durante ocho meses las calles de Alhucemas y poblaciones cercanas palpitaron con cientos de manifestaciones. Pedían mejoras sociales, económicas, sanitarias y culturales para un territorio históricamente marginado por las autoridades centrales y, además, militarizado. Protestaban contra el abuso y el abandono. Y se dirigían directamente al rey, al considerar al Gobierno y a los partidos políticos como parte del problema. Obtuvieron algunas promesas, pero no eran los compromisos firmados que exigían, explica Benzaza, quien debido a su dominio de idiomas era el interlocutor con los medios internacionales.
Casi toda la población del Rif se unió; algunas mujeres incluso asumieron papeles de liderazgo, un hecho “inaudito”, apunta Saliha Ahouari, activista rifeña residente en Madrid. “Cuando vimos salir a nuestras madres pensamos que no nos podrían parar”, recuerda. “Pero luego llegó una represión que nos cambió la vida”.
Era la crisis política más seria que afrontaba Mohamed VI desde la ascensión al trono en 1999. El Estado respondió con cientos de detenciones. Entre 400, según la cifra oficial, y 1.200 individuos fueron procesados por participar en las protestas, afirma el informe de Ciemen. Se llegaron a detener a 129 menores, una decena de ellos acabó en la cárcel. Los detenidos denunciaron torturas. “Nasser reveló ante un tribunal que le violaron el día de su arresto”, destaca Benzaza, que tuvo que exiliarse.
“En los últimos siete años el Rif se ha vaciado. La población de Alhucemas se ha reducido un 60% debido al exilio masivo hacia Europa”, lamenta Ahouari. “Las llegadas de rifeños con patera han aumentado exponencialmente”, añade Benzaza, que asesora a los migrantes desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, en Málaga. “El Rif está en shock postraumático. Hay una gran presencia de fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia. Han detenido a personas por dar un ‘me gusta’ en Facebook. En lo económico, no hay oportunidades”, retrata Benzaza.
“La vulneración de los derechos humanos en el Rif sigue siendo preocupante”, asegura Ciemen en un informe
Por todo ello, la comunidad rifeña en el extranjero, muy presente en países como España, Holanda y Bélgica, mantiene viva la lucha. “La fuerza del movimiento ya no está en el Rif. La esperanza se encuentra en la diáspora”, remarca Benzaza, que ha llevado la causa a las instituciones lideradas por partidos de izquierdas, aunque la respuesta es tímida. “La posición del conflicto del Rif en la escala de prioridades políticas en nuestro país y en Europa ha perdido fuerza”, lamenta Ciemen. Una excepción es la aprobación por parte del Parlamento Europeo el pasado enero de una resolución contra Marruecos por no respetar los derechos. Se pedía la liberación inmediata de Zefzafi y el resto de los presos. El PSOE votó en contra y el PP se abstuvo. Se revelaron presiones por parte de Rabat.
Gina Tosas
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