Una parte sustancial de nuestra leyenda dorada es que España ha sido siempre tierra de caudillos, de líderes carismáticos que, imbuidos de un ardiente patriotismo, han sido capaces de dirigir el espíritu de lucha y resistencia de los españoles frente a amenazas externas o internas a su supervivencia, encarnando la esencia de la raza, guiando los ejércitos, o dirigiendo las movilizaciones populares.
Caudillos, Grandes Capitanes, «Capitanes España», Campeadores que cruzan Estrechos, conquistan lejanos imperios, dan vueltas al mundo, se adentran en selvas inhóspitas, conquistan torres inexpugnables, se hacen fuertes en alcázares y castillos, protagonizan numantinas defensas de la Patria, llevando a los patriotas a realizar gestas imposibles, a memorables triunfos.
Caudillos que surgen esplendorosamente en aquellos momentos en que la Patria está más amenazada, como emanados de una sabia Providencia divina, pródiga en proporcionar ayudas celestiales a nuestro pueblo, como recompensa a su catolicidad y su arrojo.
En los tiempos sombríos que vive nuestra Patria, en esta hora tenebrosa que ha descargado su malignidad sobre España, ¿surgirá acaso otro Caudillo, otro adalid que nos lleve al triunfo sobre las fuerzas del Mal que nos asedian por doquier? ¿Volverá a repetirse en estos tiempos de extrema necesidad en los que nos encontramos el advenimiento de un poderoso líder que nos saque del marasmo avasallador que amenaza con destruirnos?
Como resultado de la conjura del NOM, nos hemos retrotraído al frentepopulismo desintegrador, que con su amenazante anarquía, su hispanofobia y su cristianofobia han vuelto a levantar los puños de unos milicianos que creíamos derrotados. Pero, aunque los tiempos sean parecidos, ya no somos los mismos, pues la maligna Transición ha convertido a un pueblo de soldados en un rebaño amorfo, en un «pueblo sin pulso», como decía Manuel Silvela tras el desastre del 98: sin pulso patriótico, sin pulso religioso.
Sin embargo, si nos atenemos a nuestra historia, de ella es obligado deducir que también sería posible en un futuro no lejano la aparición de un caudillo que nos redimiera de la postración actual, del apocalipsis al que nos están llevando las fuerzas oscuras.
Y no solamente es factible deducir esta creencia desde la perspectiva histórica de España, sino que, además, la fe en un nuevo caudillaje se asienta en un importante corpus de profecías que vaticinan su viabilidad, casi su inevitabilidad. Porque hacer una prospección en el futuro siempre implica la recurrencia a las predicciones, a los augurios, a la dimensión visionaria.
Naturalmente, estas profecías no poseen ninguna garantía «científica», ya que pertenecen al mundo de la ficción histórica, pero no por eso podemos desecharlas como puras fantasías de personas que pretenden escapar a la frustración actual evadiéndose en mundos oníricos colmatados de una felicidad que la situación actual de España está muy lejos de proporcionarles.
Pero estas profecías merecen una credibilidad, por lo menos una atenta consideración, pues provienen de una pléyade de santos y videntes acreditados, y, por otra parte, reflejan una gran unanimidad sobre el tema de que sí, de que surgirá ese Caudillo que España -y el mundo- tanto necesita en la hora actual, unanimidad que también afecta a las características de su caudillaje, las cuales expondremos de manera que recogeremos preferentemente aquellas que concitan más acuerdo.
La exposición más pormenorizada de la profecía sobre el advenimiento de un Caudillo en España se debe a Bug de Milhas, un ermitaño francés de la aldea de Milhas de Cominges (Pirineos franceses), fallecido en 1846 con casi cien años de edad, célebre por su acreditado don de profecía, pues vaticinó con toda exactitud -entre otros acontecimientos- la Revolución Francesa y la llegada al poder de Napoleón.
Bug predijo la aparición de ese caudillo -el «Caudillo
del Tajo»-, con unas palabras categóricas: «¡Dios Eterno!, tus juicios
son grandes e incomprensibles… Iberia, Iberia, veo crecer tu poder, nada
podrá detener la elevación de tu destino. 700 años de guerras formaron
de ti el imperio más grande que se ha conocido. Combatida por la
tempestad de los partidos y la ambición de los extranjeros, lucharás, te
costará sangre, tesoros, edificios… pero llegará el día de la paz,
recuperarás tu poder y tus anteriores pérdidas, tu esplendor se
extenderá hasta las regiones más remotas.
Entonces desaparecerán los
diferentes dialectos de tus provincias, usos, trajes y costumbres. Todo
cambiará, pero serán uniformes y generales en toda la extensión de tu
territorio; una sola lengua se hablará en todo él.
Una guerra europea anunciada por muchos profetas, acompañada de peste y otras plagas, llevará sus estragos y terror por todas partes […] Los católicos se refugiarán en Iberia, aumentando su poder. Entonces el Tajo producirá un guerrero, valiente como el Cid y religioso como Fernando III el Santo, quien con el estandarte de la fe reunirá un gran ejército y saldrá al encuentro del formidable gigante que vaya a conquistar la Península.
Los Pirineos serán testigos de la mayor batalla que han visto los siglos. Tres días durará la batalla: los cadáveres, los miembros esparcidos y las armas hechas pedazos obstruirán el paso, y servirán de muralla a los vivos; la sangre correrá como los ríos en invierno. Abrumados por el excesivo número de enemigos, los íberos cejarán tres veces, pero mantendrán indecisa la victoria. Llegará el día tercero y los defensores de la verdad, rendidos de tan porfiada lucha, se verán a punto de sucumbir.
Entonces el guerrero del Tajo, levantando el nuevo Lábaro cual Constantino, rodeado de sus más valientes soldados e invocando al Dios de los ejércitos, se arrojará con denuedo al centro de los enemigos, penetrará en sus filas y serán deshechos y derrotados.
En vano el temible gigante querrá animar a los suyos y restablecer el combate, porque el dedo del Señor señaló ya el fin de su reinado y sucumbirá a los filos de la espada del nuevo Cid…
Entonces el ejército victorioso, protegido por el supremo Hacedor, atravesará provincias y mares, y llevará el estandarte de la Cruz hasta las orillas del Newa, donde fijará este signo maravilloso. Vencidos los bárbaros conquistadores y los sectarios de las falsas creencias, triunfará en todas partes la religión católica y hará la felicidad del género humano. ¡Dichosos los que conozcan esta edad de oro!».
Como vemos, Bug se refiere a Iberia, es decir, a una nación formada por España y Portugal. En cuanto a la guerra europea que menciona, sin duda se refiere a la III Guerra Mundial, en la cual otras profecías dan también un especial protagonismo a los musulmanes, que invadirán la Europa del Sur, especialmente España, con el fin de reclamar el antiguo Al-Ándalus. También el Caudillo acabará con esta amenaza.
Esta batalla es
parte de la gran ofensiva que hará la Bestia-el Anticristo. Otra batalla
decisiva tendrá lugar a orillas del Rhin, cerca de Colonia, y también
culminará en victoria. El colofón a estos triunfos será el
establecimiento de la Edad de Oro a que se refiere Bug, y que se
describe en el capítulo 20 del Apocalipsis.
Esta profecía de Bug no
es, desde luego, la única en la que se menciona al Caudillo del Tajo, ya
que esta figura mesiánica protagoniza muchas predicciones sobre el
futuro de numerosos y acreditados santos y videntes, las cuales
coinciden en sus principales características, y difieren en algunos
detalles.
En cuanto a las conjeturas sobre la posible identidad de ese Caudillo, los vaticinios son unánimes a la hora de adjudicarle un linaje real, y también hay unanimidad a la hora de atribuir ese linaje a la dinastía borbónica, por lo cual una parte del corpus profético afirma su nacionalidad francesa, llamándole «Gran Monarca», otro nombre bajo el cual se conoce al Caudillo del Tajo.
Sin embargo, todas las profecías que no son de origen francés afirman que será español, descendiente de una rama borbónica que vive en el exilio esperando que Dios vuelva a llamarla a un papel estelar en la Historia. Algunos creen que, puesto que ese «Gran Monarca» reinará a la vez sobre España y Francia, su papel podría recaer en Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú, cuya candidatura a reinar sobre Francia es ampliamente reconocida.
Un inconveniente radica en el hecho de que el nombre
que más se apunta en los vaticinios es el de Luis Carlos, por lo cual
una rama del carlismo le hace militar en sus filas.
Otra corriente
de opinión es más tradicionalista, pues entronca a ese Caudillo con los
Reyes Católicos, caso de san Isidoro. Lo que está claro es que es
imposible adjudicar este caudillaje a Felipe VI -entre otras cosas, por
su ausencia de catolicismo-, el cual, según muchas profecías, perderá su
trono en aras de una República de efímera duración.
También hay unanimidad total entre las profecías a la hora de considerar que la batalla decisiva de la III Guerra Mundial tendrá como escenario -como afirma Bug- los Pirineos, y que durante esa contienda el Caudillo del Tajo llevará a las tropas a la victoria. Muchas predicciones explican que, tras haber devastado Europa, la invasión -acaudillada por Rusia- será detenida en la barrera pirenaica por la tenaz y heroica resistencia de los españoles, que lucharán en solitario deteniendo el avance hasta que intervengan los Estados Unidos, cuyos ejércitos combatirán finalmente en el escenario pirenaico, con la intervención asimismo de ejércitos iberoamericanos, de Portugal, y de los restos combatientes de los refugiados de otros países europeos.
Es importante resaltar que, aunque la contienda arrase Europa, el objetivo de los ejércitos invasores será llegar a Gibraltar, para allí unirse a las huestes musulmanas. Sin embargo, el asalto a España también se debe a que nuestra Patria ha sido siempre la más tenaz defensora de la fe católica, hasta el punto de que aun hoy día, amenazada por una creciente apostasía, junto a Portugal, sigue siendo la gran reserva espiritual del mundo.
De todas formas, es de resaltar que la ofensiva contra España ha comenzado ya desde hace tiempo, puesto que las fuerzas del Mal, posiblemente teniendo exacto conocimiento de estas profecías que tan importante papel le asignan a España, intentan debilitarla destruyendo su unidad territorial, segregando el País Vasco y Cataluña, la cual, por su gran inmigración islámica, serviría de quintacolumna.
Todo este apocalipsis guerrero tendría en los designios divinos como último objetivo la destrucción de la Gran Ramera del Apocalipsis, metáfora perfecta para describir la degradada Europa actual, sumida en el desorden moral y la apostasía, de manera que su devastación habría que contemplarla como un castigo divino, según las profecías, tragedia de la que quedarían a salvo España y Portugal, que constituirían el pueblo de Dios remanente.
Es importante destacar también que Bug hablaba de
esta misión de Iberia, de este destino, no como una autoelección, sino
como expresión del misterio de un Dios que escribe en la Historia.
Aunque el Mal parezca enseñorearse del mundo y de nuestra Patria, Dios
se ha reservado el momento de la victoria, en la que España jugará un
papel decisivo, a condición de que vuelva a sus orígenes, a sus raíces, a
su esencia, pues solamente entonces será posible que remonte la crisis
que arrastramos, pues solo con este renacimiento podrá volver a ser
levantada de entre las naciones, y no para colmar su orgullo, sino para
llevar Paz al resto del mundo.
La figura del Caudillo del Tajo -del
que las profecías llegan a decir que conquistará vastos territorios,
incluida Jerusalén, resucitando el Sacro Imperio Germánico, y siendo el
brazo armado del Papado- aparece, por tanto, en las profecías, portando
el mensaje de que -al igual que sucedió con el emperador Constantino- es
en la Cruz donde encontraremos la victoria, de que ésta solo será
posible con las armas espirituales. Para el Bug está claro que la
victoria está en Cristo, y que España cogerá ese estandarte.
¿Cuándo ocurrirán estas cosas, si es que suceden? ¿Será en un futuro próximo o lejano? ¿Habrá de tardar mucho o será para tiempos lejanos? Viendo la actual situación de España, la profecía del Caudillo del Tajo parece de difícil realización, pero, si hay algún país capacitado por la historia y la leyenda para acometer una empresa tan gigantesca, es el nuestro.
El Dr.
Gobelas, en su obra «Garabandal Hora X», donde va transcribiendo las
revelaciones de un alma santa dice en su canto-salmo 5º: «Sí que vendrá,
si que vendrá un nuevo rey a gobernar. Es príncipe de estirpe lejana;
lejana y ya olvidada… Sí que vendrá: ¡cerca está ya! […]
Será gran guerrero: el Defensor verdadero de España, con su Tradición. ¡Éste, españoles, no os hará traición!»
https://t.me/CruciferosSevilla
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