Napoleón llegó a decir del guerrillero más famoso y temido de la Guerra de la Independencia: «Prefiero la cabeza de ese cura a la conquista de cinco ciudades españolas» Jerónimo Merino había nacido en el año 1769, de padres labradores. Siendo el segundo de los hijos, fue enviado a Lerma para que estudiara latín, pero la muerte repentina de su hermano mayor le obligó a volver a su pueblo para ayudar en las tareas del campo. A sus 21 años vio morir a uno de sus mejores amigos, el cura de Villoviado y con ayuda del párroco de Covarruvias volvió a los estudios consiguiendo ordenarse sacerdote en pocos meses, oficiando su primera misa en Villoviado. El 16 de Enero de 1808 su vida cambió de un plumazo como consecuencia de la aparición en esta localidad de un destacamento francés que obligó a algunos vecinos y a él a transportar los bagajes del destacamento hasta Lerma. Jerónimo juró vengarse de aquel abuso y tomando las armas inició el hostigamiento de las tropas francesas cerca del Camino Real. Al principio lo acompañaba su criado, luego un sobrino, sus paisanos, sus ayudantes, sus lugartenientes y poco a poco, todos los pueblos de la comarca fueron uniéndose a su causa.
Placa conmemorativa en un anónimo lugar del sur provincial
Cuenta Rodríguez de Abajo en su “Notice bibliográphique sur le Curé Merino” que Jerónimo solía decir que “Dios había creado al hombre derecho y que el hombre ante nadie debería humillarse”; y lo describe como un hombre delgado y nervioso, de mirada ardiente, poco hablador y austero que tenía la costumbre de dormir no más de tres horas diarias; que vestía ropas de clérigo, pastor y cazador, haciendo de él un personaje muy original.
Con casi cuarenta años y ayudado por “El Empecinado”, lograron echar a las tropas francesas de Roa mediante una estratagema basada en el fuego. Este episodio fue uno de los hechos de armas más brillantes del Cura Merino y sus guerrilleros. Poco después reuniría en Covarrubias a los otros jefes de las guerrillas para acordar el plan a seguir en Castilla contra la invasión francesa. Las Juntas de Roa, Aranda y Lerma le enviaron multitud de jóvenes para ayudarle en la lucha y gracias a ello derrotó en reiteradas ocasiones al ejército francés. Ello le hizo merecedor de la condecoración de la “Cruz Roja”, que le concedió la Junta Central.
Poco después sorprendió un convoy del enemigo, con destino a Ciudad Rodrigo a la altura de Quintana del Puente, obteniendo como botín pólvora, cañones, bombas y distribuyendo entre los campesinos los caballos de tiro y los herrajes. Refugiado luego en la Sierra de la Demanda, volvió a sorprender con sus paisanos a las tropas francesas mediante la corta previa de los pinos que se hallaban junto al camino, pinos que utilizó luego como barrera. Tras esta nueva hazaña, fue nombrado Coronel. Jerónimo Merino, integrado en los pueblos en los que se desenvolvía, solía albergar a sus combatientes en dichos pueblos. Dormía con los caballos ensillados y los jinetes cerca de ellos. Él descansaba preferentemente en lugares agrestes (como la Gruta del Cura Merino en tierras sorianas) y se dice que su carácter recio y recto logró hacer de los campesinos unos hombres sociales y dignos.
Continuó sus emboscadas desde 1811 (Cevico Navero) hasta 1812 (Hontoria de Valdearados) formando una línea defensiva del Duero a Lerma, junto con Padilla y Príncipe, siendo luego enviado a Cataluña donde fue nombrado Brigadier. Vuelve a Burgos como Gobernador Militar hasta 1814 y cuando Fernando II regresó a España le concedió una canonjía en Valencia, donde el Capitán General le impuso la Cruz Laureada de San Fernando y la Gran Cruz de Carlos III. Su sentido de la justicia y sus desavenencias con el clero le hicieron volver a su pueblo natal.
En 1820 se levantó contra la revolución de Riego. El absolutismo de Fernando VII, al que fielmente había servido, ordenó la disolución de su ejército, hecho que le hizo partidario de su hermano D. Carlos. Salió de nuevo al campo con sus fuerzas y siendo dispersados se refugió en Portugal, donde se reunió con D. Carlos. Participó en los sitios de Bilbao y Morella y tras el Convenio de Vergara, firmado en 1839 se refugió en Alençón (Francia), donde moriría cinco años más tarde (1844) a la edad de 75 años.
Los restos de Jerónimo Merino fueron trasladados el 1968 desde el cementerio de Alençón hasta España, siendo inhumados el 2 de Mayo en Lerma, frente al Convento de Santa Clara, a unos metros del Mirador del Arlanza desde donde su espíritu de justicia sobrevuela los valles del Arlanza y Solarana. Desde luego fue una vida apasionante la de Jerónimo Merino y Cob, siendo de justicia recordar que el ataque que realizó a una división francesa en Dueñas el veintidós de enero de 1810, y donde cayeron en la acción más de 1.500 soldados napoleónicos, la más destacada de todas ellas. Innumerables anécdotas, además de la ya mencionada de Dueñas, sobre la vida y obra de quien a día de hoy se mantiene en la memoria colectiva, como uno de los mayores referentes en la Edad Contemporánea de castellano leal, noble y libre. -
Escenarios del periplo del Cura Merino
Casa en Villoviado. El cura Merino mandó construir esta casona con el dinero de una pensión concedida tras la guerra de la Independencia. También donó una parte para hacer algunas restauraciones en la iglesia.
Ultimo descanso de los restos del cura Merino en la villa de Lerma, cerca del famoso pasadizo del duque de Lerma. Fueron trasladados a este lugar en el año 1968 desde el cementerio de la ciudad francesa de Alençon; más de un siglo después de su muerte. Al acto acudieron numerosas autoridades y estuvo cargado del simbolismo patriótico propio de la época.
El 16 de septiembre de 1808 fue nombrado capitán graduado de infantería de una compañía de milicia, y en mayo de 1809 la Junta Suprema le designó comandante de guerrilla con el título de Cruz Roja, y por los méritos contraídos en otras acciones posteriores fue ascendido en 1810 a teniente coronel, en agosto de 1811 a coronel y en agosto de 1812 a brigadier. La Regencia de Urgell le concedió el grado de mariscal de campo, alcanzando después el grado de teniente general en la primera guerra carlista. Su hoja de servicios demuestra que estos ascensos tan rápidos fueron consecuencia de sus acciones, de manera que se convirtió en un referente y líder para todos los guerrilleros españoles.
El «Cura Merino» llegó a formar unidades militares bien disciplinadas como el Regimiento de Infantería de Línea «Arlanza» y el de Caballería Ligera « Húsares de Burgos», que ayudaron sin duda a la victoria final.
En 1809 hubo que salir de la sacristía para defender España, Cura Merino. Hoy hay que hacer lo mismo.
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