Según todos los informes de los medios de comunicación y los resultados oficiales, el candidato proeuropeo Nicusor Dan ha ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Rumania, con un resultado estimado del 54% de los votos. Se dice que la tasa de participación ha aumentado del 53% al 65%. Los medios de propaganda se alegran y celebran la derrota de la extrema derecha, olvidándose de recordar que Calin Georgescu debería haber sido elegido presidente en la segunda vuelta del pasado mes de diciembre. Pero George Simion y el campo nacionalista impugnaron el resultado de estas elecciones y se declararon ganadores. ¿Continuará esta protesta en las calles? Lo sabremos en las próximas horas y días.
Al parecer, en Polonia, para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, los dos candidatos, el europeo Rafal Trzaskowski, estarían empatados con el nacionalista Karol Nawrocki. Conviene recordar que desde que asumió el poder, Donald Tusk, con el apoyo de Bruselas, ha multiplicado las decisiones autoritarias en los medios de comunicación y contra su principal adversario, el partido conservador PIS, en el poder desde hace diez años. Aunque el candidato que los medios llaman de extrema derecha, Slwomir Mentzen, ha obtenido un 15% de los votos, lo que podría permitir a la derecha superar a los centristas europeístas, podemos esperar todos los trucos de Trafalgar por parte de la camarilla gobernante para oponerse, como en Rumanía, a una alternativa patriótica.
¿Cómo podemos confiar en gente capaz de hacer lo que hicieron en Rumania y Polonia y, sobre todo, en aquellos que, detrás de Macron, Starmer, Merz y Tusk, están ansiosos por llevar adelante una política belicista para bloquear cualquier acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia?
¿Cómo podemos confiar en un Merz que, con la complicidad de la izquierda, sueña con prohibir la AfD y encarcelar a sus dirigentes?
¿Cómo podemos confiar en Macron, cuyos jueces han decidido prohibir a Marine Le Pen, la favorita en todos los sondeos, presentarse como candidata presidencial –bajo una apariencia diferente a la de Georgescu–?
¿Cómo podemos confiar en Starmer, que protegió a las bandas de violadores paquistaníes cuando era fiscal, y que permite que Tommy Robinson languidezca en prisión?
¿Cómo podemos confiar en von der Leyen, corrupta hasta la médula en el caso Pfizer y dispuesta a todo para imponer la dictadura de Bruselas a un pueblo que quiere recuperar su soberanía?
En este contexto, el pueblo rumano tiene todos los motivos para salir a la calle y rechazar la victoria de los tramposos.
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