(...) Lo último que persigue Bergoglio es la defensa de la integridad de la Fe o la salvación de las almas. Tampoco le importan realmente los pobres: no hay más que ver la cantidad de indigentes que acampan alrededor del Vaticano y bajo la columnata de Bernini; en la época de Covid, para conseguir una comida tenían que demostrar que habían recibido la vacuna. El feo barco de bronce erigido en la plaza de San Pedro es un monumento a la hipocresía de Bergoglio. Para él, los pobres y los marginados son un mero instrumento para "mestizar" el tejido social y eclesial -es decir, para disolverlo- y conseguir así la anulación definitiva de lo que queda de sociedad cristiana tras décadas de secularización. Bergoglio "piensa en grande" - quiere crear las premisas para la Nueva Religión de la Humanidad, haciéndose ilusiones de que puede presidirla y así labrarse un papel en el Nuevo Orden Mundial. Como profeta del globalismo sincretista, ecológico e inclusivo, Bergoglio incluso hizo una aparición en el Festival de San Remo para lanzar la canción Imagine de John Lennon, el manifiesto masónico del Nuevo Orden.
La Constitución Apostólica del Papa Pío XII es de un tenor totalmente opuesto a esta visión horizontal, como lo es todo el Magisterio católico comparado con el bergogliano. En Exsul Familia, Pío XII recuerda la trata de esclavos a manos de usureros en América (n. 11), y menciona los peligros a los que se exponían los mexicanos al huir de la revolución anticlerical y masónica (1926-1929), convertidos en presa de los enemigos de Cristo (ibid. 54). La actitud de Bergoglio hacia los cristianos perseguidos es muy diferente: con el acuerdo secreto hecho con el régimen comunista de Pekín, ha entregado a los católicos chinos para que sean masacrados, y guarda silencio sobre las violaciones de sus derechos humanos fundamentales.
En la visión distópica de Bergoglio -antihumana, anticristiana y anticrística- nuestras naciones son tierras apartadas para la conquista mahometana: este es el propósito del ecumenismo conciliar. Según el Corán, cualquier lugar donde resuene la llamada del almuédano y donde se extienda la "alfombra de oración" es territorio islámico. La connivencia del clero bergogliano, que acoge a imanes en nuestras iglesias y permite esa oración en los paramentos de nuestras catedrales, constituye una traición a Cristo y a los fieles. Una inmigración regulada, en la que haya verdadera integración y en la que la Iglesia católica se comprometa a convertir a los paganos a la verdadera Fe, es lo último que quiere Bergoglio:
el propósito de la invasión no es ayudar a los desposeídos y a los pobres, sino importar pobreza, caos social y guerra civil a nuestras ciudades. Y si el globalismo apoya a Bergoglio, es porque es uno de sus emisarios, obediente a las órdenes que le dan.
Lo que estamos presenciando es de hecho una migración forzada, que empobrece las naciones de origen de tantos hombres y jóvenes que podrían estar haciendo fuertes a sus propios gobiernos y prósperas a sus propias naciones. En lugar de ello, se transforman en delincuentes, esclavos y víctimas del vil tráfico de pervertidos o del mercado de extracción de órganos. Cientos de miles de menores desaparecen en la nada cada año, con la complicidad de quienes pervierten la caridad cristiana en la culpable falsificación de la "acogida" para lucrarse.
Por no hablar del problema de la baja natalidad en los países occidentales...
El descenso demográfico, creado intencionadamente por políticas que desincentivan la natalidad y penalizan a la familia natural, constituye el principal propósito de la acción de la élite globalista, para la que propone como solución la sustitución étnica con masas de extranjeros. En 2015 (aquí) Bergoglio dijo: "Hay quienes creen que para ser buenos católicos debemos ser como conejos".
Hoy (aquí) sostiene que el declive demográfico de los países occidentales debe combatirse no con sabias políticas de protección de la familia natural y condiciones laborales dignas, sino con la apertura de fronteras y la institucionalización de ese mestizaje tan querido por el arzobispo emérito de Milán cardenal Scola[2] y teorizado por el eugenista neomalthusiano masón Kalergi desde mediados del siglo pasado. Ya no niños católicos en tierras católicas, sino una creación intencionada de niños mestizos sin historia, sin tradición, sin educación ni cultura, sin identidad, sin patria y sin fe, explotados para alimentar al Moloch globalista y a la tiranía del Foro Económico Mundial.
La distopía globalista de Bergoglio tiene como objetivo el borrado de las identidades nacionales y étnicas, especialmente cuando están fundadas en la civilización cristiana, y en su lugar promueve cualquier cosa vinculada a creencias paganas e idolátricas. La anulación de todas las diferencias y la homologación externa de las culturas debería ser considerada por la Iglesia católica como un desastre, mientras que la Iglesia bergogliana la promueve temerariamente.
Hoy estamos descubriendo que todo el sistema mediático mundial ha sido financiado por la USAID y otras agencias gubernamentales.
Lo que está surgiendo en Estados Unidos desde la toma de posesión del presidente Trump no es más que la punta del iceberg de un vasto sistema subversivo que involucra a todos los Estados occidentales. No se trata de casos aislados de corrupción, sino de una ocupación planificada que la izquierda globalista considera indispensable para hacerse con el poder y, una vez que se haya apropiado de él, utilizarlo para la instauración de un régimen totalitario. Y lo paradójico y a la vez inédito es que el Estado profundo llega incluso a hacer pagar a sus víctimas -es decir, a todos nosotros- los costes de este proyecto infernal, utilizando el dinero de los contribuyentes para confinarnos en nuestras casas, privarnos de libertad y exterminarnos con guerras, hambrunas, pandemias y vacunas. Del mismo modo, la iglesia profunda utiliza las ofrendas de los fieles para difundir herejías, normalizar el vicio y la perversión, islamizar las naciones cristianas, profanar nuestras iglesias y altares, y perseguir las voces disidentes con suspensiones y excomuniones.
¿Cómo puede la élite alcanzar los objetivos que se ha fijado?
Mediante situaciones de crisis permanente que legitiman la autoridad para derogar las leyes ordinarias. Si queremos crear una situación de emergencia como pretexto para legitimar la cesión de soberanía a lobbies privados, es necesario que quienes manejan la maquinaria institucional y mediática tengan un interés directo en promover la crisis, aunque sepan perfectamente que es un fraude
Gobiernos, políticos, periodistas, jueces, médicos, profesores, fuerzas del orden, actores y cantantes, intelectuales e influencers, obispos, sacerdotes y hasta el que dice ser "el papa": todos ellos dependen para su sostenimiento de su colaboración activa con el estado profundo. Se les paga como mercenarios, y como mercenarios no tienen otro amo que el dinero, el éxito y el poder; y también quienes les permiten tener ese dinero, ese poder. En la cúspide de la pirámide globalista infernal que se sirve de estos mercenarios encontramos el delirio luciferino de los que quieren hacer el Mal, contra Dios y contra el hombre, buscando sustituir a Dios por Satanás y al hombre por el andrógino humanoide.
Esta red mundial de corrupción ha servido -y en parte sigue sirviendo, especialmente en Europa- para alterar la dinámica social de forma delictiva y fraudulenta. Esta injerencia indebida y sin precedentes no puede simplemente identificarse y reconocerse: también debe ser erradicada y castigada, porque está en el origen de una crisis inducida y planificada de la que, por lo demás, es imposible salir. Y cuando digo "erradicar y castigar", me refiero principalmente a los responsables, a los culpables de una traición que está en el origen de la decadencia moral, social y económica que se nos está imponiendo por la fuerza. Ya no es posible tolerar que Soros, Gates, Schwab, Obama, los Clinton, los Biden, Bergoglio y sus acólitos, y otros conspiradores sigan ensañándose contra la humanidad entera, sobre personas que en gran medida ignoran que son objeto de un diabólico experimento de ingeniería social dirigido a su exterminio físico y moral. Si el presidente Trump se propone cortar la cabeza del Leviatán, como ya lo está haciendo, sólo podemos alegrarnos y respirar por fin aliviados.
¿Cómo cree que Donald Trump puede contribuir a la demolición del Estado profundo? ¿Cree que puede tener éxito?
La administración Trump es muy consciente de dos cosas. Primero, existe un poder supranacional subversivo que constituye una amenaza concreta para la soberanía de las naciones y para toda la humanidad. En segundo lugar, hay un grupo de personas y organismos que apoyan a este poder porque obtienen de él una ventaja en términos de poder y dinero. Cortar los fondos a los cómplices del sistema criminal globalista y su profundo poder significa privar a la élite del instrumento de control y propaganda. Ni siquiera Judas habría traicionado a Cristo sin recibir las treinta monedas de plata del Sanedrín: sin el pretium sanguinis, se pierde también el incentivo para cometer el crimen, y con él el chantaje a quienes se dice que lo han cometido. Una excelente medida, por tanto, que ya está teniendo repercusiones significativas a nivel mundial, ha sido la interrupción de la financiación de USAID, acompañada de las grotescas jeremiadas de quienes se han visto obedientemente privados de ella (pienso en las del activista James Martin, S.J.).
Hablando de jeremiadas: las palabras de condena pronunciadas por el episcopado estadounidense ultraprogresista y todos sus partidarios son imposibles de enumerar.
Las palabras de los cardenales y obispos norteamericanos que se pronuncian contra el recorte de las donaciones a los llamados organismos asistenciales de la Iglesia católica están impregnadas de hipocresía y falsedad.
Proceden de personajes que no han gastado ni una palabra -no, ni siquiera una sílaba- contra las políticas promotoras del aborto, la ideología de género, la paternidad subrogada, la eutanasia y la homosexualidad de anteriores Administraciones en manos de los demócratas, mientras que sólo despiertan de su vil letargo cuando se pone freno a la inmigración ilegal, por la que la Iglesia profunda recibe miles de millones del erario.
¿Cómo juzgar la dependencia económica de Conferencias Episcopales, Diócesis, Órdenes Religiosas, organismos eclesiásticos y ONG "católicas" de la financiación de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID)?
Bergoglio predica con sus palabras una "Iglesia pobre para los pobres", sabiendo perfectamente que la libertad a la que tiene derecho la Iglesia católica -y que está en la base de la necesidad de su independencia, incluida la financiera de sus órganos- es totalmente incompatible con su dependencia económica del Estado.
Una ONG es precisamente una organización no gubernamental: no puede ser independiente si depende de la financiación que le proporciona el Gobierno.
Es ciertamente bueno y apropiado que el Estado ayude y estimule la acción social de la Iglesia Católica, pero no es menos cierto que en un momento en que las entidades eclesiásticas -tanto centrales como periféricas- ya no se sostienen con las ofrendas de los fieles, sino con el patrocinio de organismos gubernamentales y entidades privadas, la Iglesia se ve obligada a seguir las agendas dictadas por quienes le permiten existir y funcionar.
La dependencia económica de la institución es posible gracias a la corrupción y el chantaje de sus dirigentes, porque si la Iglesia católica estuviera gobernada por pastores buenos, incorruptibles y no chantajeables, jamás aceptarían su esclavitud a los intereses de un poder abiertamente enemigo de Cristo, ni se dejarían comprar por sed de dinero o ambición de carrera. Por eso es indispensable que la institución que va a ser corrompida esté a su vez gobernada por personas corruptas; y esto vale indistintamente para el ámbito civil y eclesial.
Para confirmarlo, basta recordar el efecto escalofriante causado por la amenaza de revocar mil millones de dólares de financiación a Ucrania -denunciada por el propio Joe Biden- para detener la investigación del fiscal general sobre su hijo Hunter.
Hablamos de una red institucional -maniobrada por el Estado profundo angloamericano- que durante décadas ha pagado en secreto a miles y miles de organizaciones, asociaciones, periodistas, políticos y otras figuras públicas para que mintieran descaradamente a miles de millones de personas, creando una narrativa distorsionada con el fin de inducir a la población a aceptar, bajo amenaza de catástrofes y emergencias inminentes, lo que nunca habría aceptado en condiciones normales. Usted ha hablado del vínculo de intereses y complicidades entre el Estado profundo y la Iglesia profunda desde 2020, y hoy las noticias sobre la injerencia de USAID y otras agencias gubernamentales en la política de todo el mundo occidental confirman la veracidad de sus palabras. ¿Qué implicaciones podemos extraer de todo esto?
La primera realidad innegable, por terrible y chocante, es la complicidad de la Iglesia bergogliana con el sistema criminal organizado por la élite globalista: debemos tomar nota de que la traición de los gobernantes hacia sus conciudadanos tiene su reflejo en la traición de los pastores hacia su rebaño. Esto coloca a toda la clase dominante, servil a la élite globalista, en una condición de ilegitimidad -yo diría incluso de alta traición- a la que hay que hacer justicia.
También se reparten cientos de millones de dólares entre las "iglesias evangélicas", siempre con los mismos fines.
Los prelados y obispos bergoglianos, como la episcopaliana Marian Budde, de la Catedral Nacional de Washington, coinciden en dos puntos: la apostasía en materia de Fe y el correspondiente ansia de dinero y poder. Su ecumenismo sólo está motivado, en última instancia, por el deseo de repartirse el botín, y ante esto todos los dogmas de Fe pueden ser cambiados. Nos hablan de pobreza incluso desde los púlpitos -retomando el lema de Klaus Schwab No tendrás nada y serás feliz en clave pauperista- y se convierten en cómplices de quienes nos empobrecen con especulaciones y fraudes escandalosos; mientras tanto se lucran descaradamente de la miseria y de las crisis que provocan. Así, mientras se aterrorizaba a los fieles con propaganda psicopandémica y se les decía que no podían ir a misa si no estaban vacunados, la Santa Sede recibía generosas donaciones de BigPharma para acoger sus congresos en el Vaticano, y Bergoglio se improvisaba vendedor de vacunas nocivas y mortales, producidas con fetos humanos abortados, todo con el placet del antiguo Santo Oficio entonces dirigido por el jesuita Ladaria. Fue "un acto de amor", dijo Bergoglio, mientras Melinda Gates abría una cuenta en el Banco Vaticano.
Mientras tanto, Bergoglio ya hablaba de la "Madre Tierra" -casualmente, la Pachamama-, de "pecados contra el medio ambiente" y de la urgencia de cambiar a energías renovables.
La prostitución moral de estos personajes no se arredra ante nada, si hay dinero en juego: en Estados Unidos hay más de 150 clínicas "católicas" que realizan cirugías de transición de género (mutilación genital) financiadas por el gobierno, y sólo Dios sabe cuánto dinero se llevaron los hospitales católicos durante la farsa psicopandémica como pago por matar pacientes con terapias letales, o por inocular a la gente un suero genético mortal o gravemente discapacitante. Además, por cada "vacuna" administrada había una prima que alentaba y legitimaba cualquier aberración: y esto ocurría en todas partes, con un guión único bajo una dirección única.
Huelga decir que estas actividades no tienen nada de católicas, y que el apostolado, la predicación, la instrucción religiosa, la cura de almas y la celebración de los sacramentos no preocupan lo más mínimo a estos mercaderes de templos.
Los fondos entregados para la implementación de la Agenda 2030, para la difusión de la propaganda woke, o para el reemplazo étnico son las nuevas treinta monedas de plata con las que el nuevo Sanedrín globalista paga a estos nuevos Judas para que entreguen, no al Señor, sino a Sus fieles, a Sus ministros, a Su Cuerpo Místico.
Y como Iscariote -a quien Bergoglio propone significativamente como modelo- también ellos son apóstoles, aunque renegados, pero siempre en una línea ideal de "sucesión apostólica" con el mercator pessimus.
Sin embargo, un hecho está claro: todos los puntos programáticos que los correos electrónicos del asesor de Hillary Clinton, John Podesta, esperaban como reformas de una "primavera de la Iglesia" son ahora servilmente llevados a cabo por la acción de Bergoglio y sus acólitos. Espero de verdad que el nuevo Director de la CIA quiera verificar la existencia de un plan del Estado profundo para la eliminación de Benedicto XVI con el fin de tener un emisario de la élite de Davos en el Trono de Pedro.
Excelencia, ¿cómo salir de este atolladero de corrupción y conflictos de intereses?
Es difícil, humanamente hablando, pensar en una salida pacífica o a corto plazo. Me parece evidente que la sociedad occidental ha alcanzado ya ese nivel de decadencia que suele preludiar el declive de una civilización. Ya ocurrió en el pasado, por ejemplo con Roma, cuyo imperio se disolvió debido a la corrupción y los vicios de sus dirigentes. Parece que el papel de Occidente está agotado, al menos de este Occidente apóstata y rebelde. Pero la Iglesia católica no sigue la dinámica de un reino humano y tiene una misión divina -y una asistencia divina- que le permite afrontar incluso la passio Ecclesiæ que ya ha comenzado.
Esta conciencia no debe llevarnos ni a considerar a la Iglesia como una sociedad meramente humana, ni a atribuir a la Iglesia, que es santa, los pecados con los que se manchan sus indignos ministros. El mal que vemos a nuestro alrededor debe ser denunciado y combatido, pero siempre con la convicción de que la Esposa del Cordero, por humillada y desfigurada que esté por sus verdugos, sigue siendo la única Arca de salvación en este mundo.
Extractado de la entrevista a Aldo Maria Valli
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